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La mañana estaba fresca y Leonor caminaba hacia el laboratorio de química mientras mordía una manzana, sus pensamientos centrados en la clase que estaba a punto de empezar. Al entrar, se colocó la bata de laboratorio y se dirigió a su puesto habitual, preparado con vasos medidores, tubos de ensayo y otros instrumentos necesarios para los experimentos. El profesor, un hombre de aspecto serio y canoso, comenzó la clase con una inducción, explicando las normas de seguridad y los materiales que necesitarían para el semestre. Justo en ese momento, la puerta se abrió, y entraron Frederic y Daniel, captando la atención de todos.

Leonor parpadeó, incrédula. Aún recordaba la escena de la noche anterior, cuando Frederic, con su actitud despreocupada y casi arrogante, le había pedido que se quitara la blusa. Era como si el destino estuviera bromeando con ella al colocarlo en la misma clase.

El profesor, sin ocultar su impaciencia, se dirigió a Frederic:

-¿En qué puedo ayudarlo, joven?

Frederic, con su habitual sonrisa confiada, levantó la carta de admisión.

-Creo que estoy inscrito en esta clase.

El profesor revisó la carta rápidamente y le lanzó una mirada de advertencia.

-Bien, pero si vuelve a llegar tarde, no podrá entrar. La puntualidad es esencial aquí.

Frederic asintió, sin perder la compostura, mientras el profesor dirigía su mirada hacia Daniel.

-¿Y usted? ¿Qué hace aquí?

Daniel, con su tono formal y reservado, respondió:

-Soy oyente, profesor.

El profesor negó con la cabeza, señalando la salida.

-Esta clase es pequeña, no puede estar aquí. Tendrá que esperar afuera.

Daniel obedeció sin chistar, saliendo del aula sin mirar atrás, mientras Frederic buscaba un lugar para sentarse. La única silla vacía en todo el laboratorio estaba junto a Leonor, quien lo observaba con una mezcla de sorpresa y frustración. Frederic caminó lentamente hasta el pupitre, sus pasos resonando en el silencio del aula. Con una sonrisa apenas perceptible, se sentó junto a ella, acomodándose en su asiento con naturalidad.

Leonor lo miraba de reojo, sin poder creer su mala suerte. Él, en cambio, parecía entretenido por la incomodidad que su presencia le generaba. El profesor continuó hablando, dejando instrucciones sobre los materiales necesarios para el primer experimento. Mientras los demás estudiantes anotaban los detalles, Leonor deslizó una hoja hacia Frederic sin siquiera mirarlo, asegurándose de que tuviera la información. El profesor, en un intento de fomentar la camaradería, pidió a los alumnos que saludaran a sus compañeros de al lado.

Leonor giró la cabeza, resignada, y se encontró con los ojos azules y brillantes de Frederic, quien la miraba con una sonrisa traviesa.

-Enhorabuena, han saludado a su compañero de laboratorio -comentó el profesor, satisfecho.

Leonor suspiró, susurrando para sí misma:

-No lo puedo creer...

Cuando la clase terminó, salió apresurada detrás de Frederic, quien ya caminaba al lado de Daniel. Al alcanzarlo, sostuvo la hoja con la lista de materiales frente a él.

-Oye, has dejado tu lista de materiales para el experimento -dijo, sin ocultar su tono de reproche.

Frederic, sin detenerse, la tomó y se la entregó a Daniel, quien miró a Leonor con una expresión de sorpresa. Ella lo miró, confundida.

-¿Cómo me dijiste que te llamabas? -preguntó, cruzando los brazos.

Frederic la miró con una sonrisa que parecía llevar un matiz de arrepentimiento.

Del Palacio Al Corazón©(UnLibroPorNavidad)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora