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Leonor se despertó sintiéndose aún agotada de la clase de física de la tarde anterior, donde su progreso había sido interrumpido constantemente por la ausencia de Frederic. Mientras tomaba una galleta y un vaso de chocolate caliente, revisó la hora en su reloj y recordó, con un suspiro frustrado, que tenía laboratorio de química esa mañana. La idea de enfrentar la clase sola le molestaba, pues sabía que necesitaría la ayuda de su compañero para un experimento tan delicado como el de hoy. Aunque no tenía nada de confianza en Frederic, no podía evitar desear que, por una vez, él estuviera presente.

La clase comenzó puntualmente, y el profesor repartió las instrucciones para el experimento del día. Leonor se preparó para comenzar, pero al voltear hacia la silla vacía a su lado, sintió un nudo de frustración al ver que Frederic no se había presentado. Se mordió el labio, tratando de calmarse mientras preparaba el equipo para el experimento en solitario. La tarea era sencilla, pero delicada: vertir ácido clorhídrico en una solución caliente, y requería que alguien mantuviera la temperatura constante mientras ella vertía.

Cuando intentó realizar el procedimiento sola, su mano tembló ligeramente, y un par de gotas cayeron fuera del recipiente. El profesor, al verlo, le indicó que debía comenzar de nuevo. Con un suspiro de resignación, recogió los materiales y empezó desde el principio, intentando no dejar que la frustración arruinara su concentración. Para cuando logró terminar, estaba agotada y furiosa.

Apenas la clase terminó, Leonor salió decidida hacia los dormitorios, con los puños apretados y una mirada fulminante. Necesitaba una explicación. Al llegar, sin siquiera dudar, abrió la puerta del cuarto de Frederic y encontró a Daniel de pie, organizando un plato de desayuno. Ella ni siquiera tuvo que preguntar; Daniel simplemente levantó la vista, señalando la cama de Frederic. Ahí estaba él, durmiendo plácidamente, con la respiración tranquila y el rostro relajado, ajeno a la tormenta de emociones que Leonor contenía.

Con una mezcla de incredulidad y enojo, Leonor se acercó a la cama y levantó la voz.

-¿Aún estás en la cama? -preguntó con tono cortante.

Frederic, sobresaltado, abrió los ojos y parpadeó varias veces, adaptándose a la luz. Al notar a Leonor frente a él, se incorporó, confundido.

Daniel, en ese momento, aprovechó para ofrecerle algo de comer.

-¿Le gustaría desayunar, señorita? -preguntó educadamente.

-¡Lo que quiero es saber por qué mi compañero de laboratorio no se dignó en aparecer! -respondió ella, sin quitarle la mirada a Frederic.

Frederic, todavía adormilado, se frotó los ojos y preguntó en un tono casual:

-¿Era esta mañana? -Su tono despreocupado solo enfureció más a Leonor.

Ella le lanzó una mirada asesina.

-Eres un niño rico mimado que se toma la universidad como si fueran unas vacaciones con... -lo miró de arriba a abajo-, con solo "tetas en la cabeza".

Daniel, al ver la tensión en el ambiente, intentó cambiar el tema y ofreció más salsa holandesa a Frederic, quien le extendió el plato como si la situación fuera completamente normal. Daniel, imperturbable, continuó sirviendo con una precisión y elegancia casi profesionales.

Leonor observó incrédula la escena, intentando procesar el hecho de que Daniel realmente había preparado huevos Benedict en una habitación de estudiantes.

-¿En serio... has hecho huevos Benedict aquí? -preguntó Leonor, entre asombrada y molesta.

Daniel, con una sonrisa calmada, asintió.

Del Palacio Al Corazón©(UnLibroPorNavidad)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora