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Leonor hojeó su cuaderno de literatura, suspirando al ver el tema: Romeo y Julieta. Shakespeare nunca había sido de su agrado, y la sola idea de pasar horas con versos antiguos le resultaba una pesadilla. Sin embargo, recordó que, en días anteriores, Frederick había citado a Shakespeare en una conversación casual. Tal vez él podría ayudarla, aunque pedirle ayuda no era algo que le saliera fácil.

En el laboratorio de química, ambos estaban concentrados en su experimento, o al menos ella lo estaba. Frederick, como de costumbre, parecía distraído. El maestro le dirigió una mirada crítica y le dijo que hiciera algo productivo. Leonor, aprovechando el momento, se inclinó hacia él y, con una mezcla de fastidio y resignación, comentó:

-El otro día citaste a Shakespeare -le dijo, intentando sonar casual.

Frederick alzó la vista y esbozó una pequeña sonrisa.

-¿Y...? -respondió, disfrutando el desconcierto de Leonor.

Ella dudó, mordiéndose el labio, hasta que se rindió.

-Está bien... Necesito ayuda con un trabajo de literatura sobre Shakespeare. Pero solo porque no me gusta la literatura, no porque no entienda -aclaró apresuradamente, sintiéndose vulnerable.

Frederick reprimió una sonrisa y, fingiendo sorpresa, replicó:

-Oh, ¿me estás pidiendo ayuda? Qué interesante.

Leonor rodó los ojos, cansada de sus comentarios.

-Sí, necesito ayuda, ¿estás contento? -le dijo, cruzando los brazos.

-De acuerdo, pero a cambio, quiero que me enseñes algo. Necesito aprender a lavar la ropa.

Leonor se rió entre dientes, divertida.

-¿No sabes lavar ropa? -preguntó, incrédula.

Más tarde, en la lavandería, Leonor le iba mostrando los pasos básicos mientras Frederick observaba cada detalle con una seriedad que la hacía sonreír. Tenía sus cestos llenos de ropa, y ella le explicaba cómo clasificarla por colores y qué temperatura usar. Frederick sostenía el libro de literatura que necesitaba para su tarea, y empezó a leer algunos versos en voz alta, pronunciando cada palabra con un énfasis especial.

-¿Es verdad que en Dinamarca hay príncipes? -preguntó Leonor de repente, mirándolo de reojo.

Frederick pareció tensarse un poco, y tras una breve pausa, respondió:

-Supongo que sí.

La conversación cambió de rumbo, y Frederick, sujetando el libro con ambas manos, le habló de cómo los versos de Shakespeare escondían significados más profundos. Comenzó a explicar el simbolismo de algunas palabras, como el "sol", que podía significar luz, conocimiento o incluso razón. Leonor lo escuchaba con atención, fascinada por la pasión con la que él hablaba.

-El cielo -explicó él, señalando una línea en el libro-, podría representar el paraíso, o un estado de ánimo, como estar en paz.

Frederick le pasó el libro a Leonor y la animó a leer en voz alta.

-Creo que dice que el amor te ciega... que el amor y la muerte son parecidos -dijo ella, en voz baja.

Frederick la observó, sus ojos buscando en los de ella alguna emoción más allá de las palabras. Ambos permanecieron en silencio, sus miradas conectadas por un instante que parecía alargarse.

-¿Solo es un poema, entonces? -murmuró él.

-Solo es un poema -repitió ella, aunque su voz temblaba un poco.

Del Palacio Al Corazón©(UnLibroPorNavidad)✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora