Sangre, sudor, fuego y…
un monstruo acechandoLa aterradora figura de Dareen carcomía los sentidos de todos, una visión extremadamente espeluznante. Su piel, cubierta de sangre, parecía haber sido arrancada, revelando una masa de músculos desgarrados y húmedos. Sus colmillos, a la distancia, inspiraban un temor atroz, una sensación de desasosiego que paralizaba la mente y el corazón.
Los láseres se habían apagado nuevamente, sumiendo el lugar en una oscuridad sombría y tenebrosa, mientras los rugidos de Dareen resonaban cada vez más cerca, llenando el ambiente con una presión opresiva y lúgubre. Los rostros del grupo reflejaban un horror indescriptible mientras se miraban entre sí, y en un impulso colectivo, echaron a correr. La esperanza de que los láseres no volvieran, al menos por el momento, los impulsó a avanzar desenfrenadamente a través de los pasillos: girando a la izquierda, a la derecha, buscando un camino, retrocediendo, encontrándose con corredores sin salida. Era el laberinto más aterrador que jamás hubieran imaginado en la vida real, un verdadero juego del gato y el ratón con la muerte acechando a cada paso.
Corrían desesperados, con el aliento entrecortado, pero cada pasillo se cerraba ante ellos, como si el laberinto se burlara de su angustia. No había secciones que se abrieran, ni puertas que ofrecieran una salida. El silencio era ensordecedor; ninguna de ellas se atrevía a romperlo, sabiendo que Dareen les pisaba los talones, ansioso por devorar todo a su paso.
Lo peor de todo era que la noche caía lentamente, sumiendo su huida en una penumbra aún más aterradora. Cada rincón parecía cobrar vida, cada sombra escondía un nuevo peligro. Los pasillos estaban inundados de láseres, una trampa mortal que acechaba en la oscuridad.
Después de lo que pareció una eternidad corriendo, se dieron cuenta de que el monstruo se había quedado atrás, al menos por el momento. Sin embargo, la precaución era vital; debían moverse en silencio, conscientes de que Dareen podría reaparecer por cualquier otro pasillo. Morocota, finalmente, había logrado alcanzarlos. Estaba agotado, su pecho subía y bajaba descontroladamente, testigo de la adrenalina que le había mantenido en pie durante esa
—E-esto… Esto es una locura total —pronunció Morocota, agitado, con la voz entrecortada.
—Siempre ha sido una locura —respondió Hela, con una calma inquietante.
—¿Y tú quién eres? —preguntó Morocota, escaneándola de pies a cabeza.
—No lo ves, soy una reclusa —replicó ella con un tono de tedio que contrastaba con la tensión del momento.
—¡Moriré de la peor manera! ¡Moriré de sed! —exclamó Morocota, su voz sonando seca y desesperada. La falta de agua comenzaba a hacerse sentir.
—La noche ya ha caído, y los láseres aún no han aparecido, lo que es bueno y malo —dijo Harold, mirando a su alrededor con cautela.
—No debemos confiarnos del todo —intervino Lewis, su expresión seria.
—Al menos las cápsulas de alimentos serán arrojadas pronto —exclamó Jean, como si la idea de comida le hiciera olvidar el hambre que todos sentían.
—¿Cómo que láser? ¿Qué…? —Morocota se detuvo, relacionado al segundo, sorprendido por la mención.
—Estos pasillos se inundan de láseres, mira —Hela pasó su mano por una de las paredes, limpiando la mugre acumulada. Morocota observó que la superficie era de cristal, reflejando formas distorsionadas pero sin una claridad total—. Son paredes de cristal, pero no cualquier cristal; son tan resistentes como rocas. Mira, también tenemos un techo —Hela alzó la vista, y Morocota hizo lo mismo, su asombro evidente.
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LABERINTO
General FictionEn un mundo distópico, la prisión de máxima seguridad conocida como "Laberinto" había ganado notoriedad por su enfoque único en el castigo de los criminales. En lugar de las celdas tradicionales, los reclusos eran arrojados a un laberinto mortal. Si...