Capítulo IX

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Ha llegado el día de Sara emprender el viaje, después de despedirnos de ella, Lyall me trajo a casa. Entro a mi habitación con ayuda de las muletas mientras él trae mis cosas.

Me siento extraña con todo lo que me ha pasado. Está semana he hecho un esfuerzo para mantener mi ansiedad a raya, no quiero que nadie lo note. Me aterra la idea.

-Bienvenido a mi humilde morada.

-Está bonita. Se parece a ti, minimalista y austera a la vez. -Mira a su alrededor.

-No sé si sentirme halagada u ofendida.-Río por lo bajo.

-¿Cómo te sientes? -Se sienta a los pies de la cama.

-Mejor que el primer día. -Él sonríe.-Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no caer en la desesperación.

-Te traje algo.-Saca una caja diminuta color púrpura envuelta con un lazo blanco.

La cojo mirándola con curiosidad. La abro y descubro un collar, pero no cualquiera. Es una cadena con un tejido muy fino y un dije con el símbolo de la psicología. Me encanta porque es muy minimalista, sencillo y hermoso.

-¿Qué material es? Está hermosísima.

-Oro. -Abro los ojos como platos.

-Lyall, no tenías por qué…

-Es un regalo para que recuerdes siempre cuál es tu pasión.

Siento mis ojos nublarse, las lágrimas corren por mis mejillas al recordar el día del accidente.

-Emma.-Él se acerca a mí y me rodea con un brazo.-¿Qué pasa?

-El día del accidente…-Mi voz tiembla.-No les dije la verdad.-Lyall me mira extrañado.-Tuve un ataque de pánico y perdí el control mientras conducía.

Mi voz se quiebra y el dolor me golpea como un terremoto que lo estremece todo dentro de mí. Mis lágrimas brotan de mis ojos sin poder contenerlas mientras sollozo. Lyall me abraza y ahí en su pecho encuentro un lugar seguro para desmoronarme. Me siento rota, como si me hubieran quebrado en mil pedazos. Vergüenza y culpa. Impotencia y frustración. Ira contra mí misma.

-Tengo miedo.-Musito.-Me siento confundida y perdida. No sé qué hacer. Tenía dos años desde la última vez que sufrí uno de esos ataques. Pensé que todo estaba bien, que lo había superado…-Me aferro a él.-Pero no es así. Y me da vergüenza, porque soy psicóloga. El día de la conferencia, tenías razón en todo lo que dijiste. Desde entonces he estado angustiada y la ansiedad ha vuelto.

Él me abraza más fuerte.

-Emma, lo que estás pasando no te hace menos en tu profesión. Todos necesitamos ayuda alguna vez. -Lo miro a los ojos.-No te conté todo de mi familia. Perdí a mi hermano mayor cuando apenas tenía 6 años, él era mi héroe, por así decir. Todos sufrimos, pero su muerte de alguna forma me afectó de tal manera que tuve que acudir a terapia un tiempo, imagina un niño de 7 años con depresión. -Me acaricia con suavidad mientras habla. -Todos cargamos con heridas, lo importante es hacernos responsables y sanarlas para vivir mejor y no dañar a las personas que amamos y que nos importan.

Reflexiono en sus palabras.

-Gracias. -Lyall me besa en la frente.

***

He pasado la tarde meditando en las palabras de Lyall. Lo admiro por la forma en la que me escuchó y hablo, ayudó a serenar mi mente. A medida que pasa el tiempo este hombre me sorprende.

Al anochecer, Lyall prepara unos sandwiches con chocolate caliente al descubrir mi aversión hacia el café. Lo observo mientras cocina.

-¿Te gusta lo que ves? -Casi me ahogo bebiendo agua.

ColisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora