El ataque de Hopton

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——[Acto I]——

La oscuridad envolvía el departamento de Luna, donde el murmullo lejano de la ciudad se mezclaba con la brisa que golpeaba la ventana. Vincent estaba profundamente dormido, con la espalda recostada en el viejo sofá de la sala principal, disfrutando de un sueño tan reparador que, al despertar, un mal humor se apoderó de él. Los ojos le pesaban y la garganta se le secaba, pero antes de poder incorporarse, sintió el calor de otro cuerpo cerca de él.

Luna descansaba con la mejilla apoyada sobre su hombro, el ritmo suave de su respiración en contraste con la tensión que había marcado la tarde anterior. 

La gabardina de Vincent cubría su espalda como una manta improvisada, brindándole algo de calor. Por un momento, Vincent se permitió el lujo de quedarse quieto, escuchando el compás de su respiración. Había una ternura inesperada en la escena, pero la realidad no les daría mucho más tiempo para descansar.

Inclinándose delicadamente, susurró su nombre, primero en un tono apenas audible y luego con un poco más de insistencia. Luna arrugó la nariz, moviéndose con suavidad antes de abrir los ojos y mirarlo con algo de desconcierto, al darse cuenta de la situación, se irguió rápidamente, una disculpa temblorosa escapando de sus labios. Pero Vincent sonrió y restó importancia al asunto, poniéndose de pie.

— Vamos, ponte guapa —le dijo, ajustándose el sombrero y estirando los músculos entumecidos— es hora de ir a ver a los Reefmen.

Tras repasar el plan una vez más, partieron hacia la costa de Bellford

El lugar estaba envuelto en su habitual capa de bruma marina, una neblina que servía de telón perfecto para los negocios que prosperaban fuera de los márgenes de la ley. Entre estos, una tienda de armas ilegal destacaba como uno de los puntos de comercio de los Reefmen. 

Un guardia, escopeta en mano, custodiaba la entrada con el rostro endurecido y la mirada siempre alerta, listo para ahuyentar a cualquier curioso.

Aunque, desde la bruma emergió la figura de Luna, caminando con paso firme. Sus ropas, aunque elegantes, destacaban su belleza de manera sutil, y el abrigo que llevaba sobre los hombros, protegiéndola del frío, ondeaba como una capa. Los meses que los Reefmen pasaban en alta mar, lejos de cualquier compañía femenina, la hacían una visión poco común y muy atractiva. Por lo que, aunque intentó mantener una fachada de profesionalismo, el guardia quedó cautivado por su voz suave y el aroma embriagador que la rodeaba.

—Buenas noches, caballero. Estoy buscando una pistola pequeña —dijo ella, fingiendo inseguridad—. Una mujer como yo no quiere verse indefensa en una ciudad como esta.

— L-lo siento, señorita, pero aquí las reglas son estrictas. Necesita una cita para poder ver las armas.

Luna suspiró, dejando caer algunos halagos que tocaron el ego del hombre.

— Usted parece un hombre que sabe mucho de armas —dijo con una sonrisa coqueta, mirándolo de arriba a abajo— tal vez podría solo mostrarme algunas opciones. Prometo que la próxima vez será rápido y sin problemas.

El guardia, encantado por la atención, cedió y la condujo hacia unas cajas con armas de calibre bajo.

— Bien, pero no le diga a nadie. Aquí tiene algunas opciones ¿Qué le parece esta? —preguntó mientras le mostraba una pequeña pistola plateada.

— ¡Es perfecta! ¿Puedo sostenerla? —Luna preguntó, extendiendo la mano.

— Por su puesto, están descargadas —el guardia asintió y le entregó la pistola.

Susurros De NeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora