——[Acto I]——
La oficina de Vincent estaba sumida en una densa oscuridad, como un eco de su estado interior. El aire cargado de humo viejo y silencio era roto solo por el tenue resplandor de la luna filtrándose a través de la persiana mal cerrada. En el alféizar de la ventana, dos vasos de whisky inacabados permanecían como testigos de la noche anterior. Uno de ellos, con un borde marcado por lápiz labial color cereza.
Una taza de café frío, ya olvidada, descansaba en el escritorio. Su dueño, aún no había llegado, pero entonces, una sombra cruzó la ventana opaca de la puerta. La perilla giró, y Vincent entró tambaleándose, como un hombre que había soportado más de lo que un cuerpo debería aguantar. Su abrigo, empapado en sangre, era una prueba muda de lo que había vivido en esas calles nocturnas.
Con una respiración pesada y cansada, Vincent se desplomó en la silla raída de cuero, dejándose caer como si la gravedad lo estuviera arrastrando hacia el abismo. Alzó la vista al techo, las luces de la ciudad reflejándose en sus ojos vidriosos. El impulso de rendirse, de cerrar los ojos por unos minutos, lo tentaba. Pero sabía, en lo más profundo, que si lo hacía, tal vez no volvería a abrirlos.
Con manos temblorosas, buscó el auricular del teléfono, sus dedos tropezando con los objetos del escritorio hasta que, finalmente, encontró lo que buscaba. Lo levantó y giró el disco de marcar con movimientos torpes, esperando que sus fuerzas le permitieran terminar la llamada.
— Hola operadora... —murmuró, tratando de mantener la compostura— comuníqueme con Rain Castle, número 555-0509.
Hubo una breve pausa, y luego el familiar zumbido del otro lado de la línea. La voz respondió y Vincent saludó con una mezcla de alivio y resignación.
— Qué tal doctor filoso...
Antes de poder decir más, la voz del otro lado lo interrumpió. Vincent asintió, aunque nadie lo veía.
— Sí... ocurrió otra vez.
La conversación fue breve, cargada de palabras no dichas, pero entendidas. Después de una promesa casi desesperada de mantenerse vivo, Vincent colgó el auricular y dejó caer su mano sobre el escritorio. La espera fue corta, pero se sintió eterna en la soledad de esa oficina.
La puerta se abrió nuevamente. Un hombre alto, delgado, con una gabardina gris tan larga que llegaba hasta sus pantorrillas y un sombrero porkpie de ala ancha, entró. En su mano derecha llevaba un maletín de cuero gastado por los años.
— ¿Cómo va todo, Fred? —preguntó Vincent con una sonrisa débil al verlo.
Fred lo miró con una mezcla de decepción y preocupación, suspirando mientras cerraba la puerta tras de sí, no dijo nada, pero su mirada lo decía todo. Colocó el maletín sobre el escritorio y lo abrió, revelando un conjunto de herramientas médicas pulcramente organizadas. Sin decir palabra, se dirigió al baño para lavarse las manos.
— Y... ¿Esto va a doler un poquito? —preguntó Vincent, su tono era burlón, intentando aligerar el momento.
Fred, secándose las manos, lo miró de reojo antes de contestar.
— Esto va a doler mucho —su tono de voz sonaba genuinamente molesto— ahora quítate la camisa.
El detective obedeció, Los movimientos le costaban como si cada músculo estuviera en llamas. Fred comenzó su trabajo en silencio, desinfectando las heridas con una precisión fría y profesional.
El sonido metálico del instrumental chocando con el cristal del escritorio se mezclaba con los jadeos reprimidos de Vincent, quien mordiendo un cinturón, apenas era capaz de tolerar la agonía que le producía el instrumental médico introduciéndose en sus heridas abiertas. Cuando Fred finalmente extrajo la bala del hombro, la dejó caer con un sonido sordo en el bote de basura.
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Susurros De Neón
Mister / ThrillerBellford, alguna vez tierra fértil para empresas y negocios, solo tiene un montón de fabricas abandonadas que no hacen sino recordar la antigua gloria de un imperio devastando por la Gran Depresión. Ante la ausencia del orden, 5 grandes facciones ha...