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Acompañaba a Susanne a todas sus clases en la academia. Siempre se quedaba sentado en la cuarta grada del gran salón, observando a su amiga bailar al ritmo del melodioso sonido de un piano que tocaba un señor que no pasaba de los setenta años.

Ella llevaba su malla de manga larga, el característico tutú clásico y sus zapatillas. Todo el traje era negro y se había recogido el pelo en un moño alto; no llevaba nada de maquillaje y se movía según lo que le indicaba la maestra, junto a todas las demás, entre ellas Chantelle. Ambas estaban a una buena distancia la una de la otra, sin tener contacto y evitándose. Bill solo prestaba atención a Susanne; conseguir una beca en esa academia era un sueño hecho realidad para ella, porque la mensualidad allí era el doble de lo que ganaba su madre en la panadería. Y teniendo en cuenta que no contaba con el apoyo de su padre, todo se le hacía más complicado.

—Bien, chicas— dijo la mayor de todas, aplaudiendo con una gran sonrisa —tenéis diez minutos de descanso...

Las chicas comenzaron a moverse, algunas yendo en distintas direcciones. Susanne, en cambio, se acercó a Bill, realmente agotada. El chico tenía su bolsa de mano donde guardaba su traje de ballet, que era negro y nuevo. Su madre había hecho un esfuerzo por comprárselo. Bill se apresuró a sacar una botella de agua y se la dio.

—¿Cansada?— preguntó justo cuando Susanne recibió la botella y la abrió.

—No te imaginas— respondió ella antes de darle un buen trago al agua fría. Era una botella Frost de su color favorito, el púrpura —Mañana me quejaré del dolor en las piernas.

Bill se rió —Bueno, esas son las cosas que hay que aguantar para ser una bailarina excelente, mejor de lo que ya eres.

Susanne le sonrió. Iba a contestarle cuando una voz detrás de ella interrumpió la conversación. Susanne rodó los ojos al reconocer quién era.

—Pero qué ridículos— dijo Chantelle haciendo una mueca. Al darse la vuelta para encararla, encontró a Chantelle con los brazos cruzados, acompañada por Ria y Jessica, y otras chicas detrás que se acercaban: Tamara y Madison, con las que Susanne se llevaba bien. —¿No te cansas de venir aquí?— le preguntó mirando fijamente a Bill —Este no es lugar para ti... ni mucho menos para ella— soltó tajante mientras dirigía rápidamente su mirada hacia Susanne.

La última sonrió con sorna —¿Qué quieres Chantelle?

Chantelle alzó el mentón y se puso recta —Exijo unas disculpas— musitó, provocando que Susanne rompiera a reír.

—¿Qué? ¿Disculpas?

—Sí, Knispel. Quiero que él se disculpe conmigo— dijo señalando a Bill con el dedo índice —O no, espera, lo exijo.— repitió.

Susanne frunció el ceño —¿Por qué demonios tendría que pedirte disculpas Bill, eh?

Chantelle entrecerró los ojos sin dejar de mirar a Bill —Me llamó ridícula.

Bill puso los ojos en blanco, mientras Susanne se quedó boquiabierta, sin poder creérselo —¿Qué?— preguntó casi en shock.

—Yo no te he llamado de ninguna manera. Solo te dije que seguramente Susanne te veía como competencia y yo te respondí que en el sentido de quién podría ser más ridícula.

—¡Exactamente! ¡Me has llamado así, idiota! Y delante de mis amigos, ¡¿sabes la vergüenza que me hiciste pasar?!

Bill se encogió de hombros —Ya te lo he dicho, no te he llamado así... solo fue una suposición...

Fue entonces cuando Susanne estalló en carcajadas. Chantelle frunció el ceño hacia ella, su rabia creciendo con cada segundo. —¡Joder! ¿Cómo no me he enterado de esto antes?— preguntó al aire, exasperada —Dios mío...

𝗔𝘃𝗲𝗿𝘀𝗶𝗼́𝗻 || ᵀᴼᴸᴸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora