Nadie sospecha que la chica rara sea una pervertida.Nadie sospecha de la chica rara que lee AO3 y Wattpad en el autobús y tiene llaveros de su chico de anime chibi favorito.
Nadie sospecha de la chica que se traba con las palabras durante una presentación, la chica que va a clases en suéteres y pantalones deportivos, la chica que pasa su tiempo fantaseando con escenarios ficticios. Nadie sospecha de la chica que siempre parece tímida y dulce, solo para tener un escondite secreto de fanfiction explícita escondido en su teléfono, del tipo que haría que incluso la persona más segura se sonrojara.
Y, por supuesto, nadie espera que la chica rara tenga un coño tan bueno. Entonces, cuando el chico seguro y de habla suave te lleva a su dormitorio, ¿cómo diablos es posible que esté temblando de placer solo por deslizar su punta dentro?
-Joder, no puedo...- gruñe, su voz se quiebra mientras tropieza con las palabras.
Su habitual actitud fría se ha destrozado por completo, sustituida por jadeos sin aliento y sonidos desesperados.
Tiene la cabeza echada hacia atrás, el cuello tenso y los ojos cerrados con fuerza como si estuviera tratando de mantener cada gramo de compostura, aterrorizado de que si los abre, el placer que lo embota se le escape.
Cada vez que tu coño se aprieta alrededor de su dolorido pene, su cuerpo tiembla incontrolablemente, los músculos se tensan y relajan en oleadas mientras intenta mantener la compostura.
-Mírame- susurras, con la voz firme a pesar de los fuertes latidos de tu propio corazón.
Puede que seas prácticamente virgen, pero de ninguna manera eres idiota.
Horas de leer obscenidades, navegar por los hilos pornográficos de Twitter y disfrutar de infinitas fantasías te han enseñado más de lo que jamás admitirías.
Has pasado demasiadas noches sola, perdida en historias y escenas en las que imaginabas que tenías el control, aprendiendo cada sucio detalle en tu mente hasta que se sintió como una segunda naturaleza.
Así que ahora, acostada aquí con él desenredándose sobre ti, no eres nada inexperta.
Él te mira fijamente a los ojos, grandes y desesperados, y tú ahuecas su rostro perfecto con manos temblorosas.
-Eres mío esta noche, ¿de acuerdo?- susurras, atrayéndolo lo suficiente para que tu aliento le haga cosquillas en los labios, tu voz baja y goteando una confianza que no sabías que tenías.
-Cada sonido, cada respiración, eres mío.-
-Joder, s-sí, soy tuyo- gime, acentuando sus palabras con una fuerte embestida directa a tu cuello uterino, dejándote sin aliento.
-¡Mmm!- lloras. Es doloroso, pero en el dolor hay tanto placer.
Presiona su frente contra la tuya mientras se desliza dentro y fuera de ti, agarrando las sábanas con su mano de apoyo mientras tu entrada caliente y húmeda se traga su polla.
Instintivamente, tu coño se apretó alrededor de la intrusión extraña, tratando de empujarla hacia afuera, lo que lo hizo soltar un gemido bajo mientras empuja aún más profundamente dentro de ti.
-Puedo sentir que me lo haces- dice con voz ronca.
Sus dedos presionan suavemente la piel de tu cadera, guiándote y estabilizándote mientras se aleja y empuja dentro de ti.
La repentina fricción y colisión con tu punto G hace que tu cerebro se vuelva confuso.
Un placer cosquilleante corre por tus venas e inmediatamente echas la cabeza hacia atrás contra la pared mientras él embiste dentro de ti.
-Hnghh, e-tan bueno~~-Te quejas. Era vertiginoso, la curvatura de su pene clavándose contra tu punto G, raspando tus paredes vaginales cada vez que retrocedía sus caderas.
Simultáneamente, su otra mano buscó la tuya, encontrándola con una ternura decidida.
Sus dedos se entrelazaron con los tuyos, uniéndolos en un agarre que era a la vez un apretón y una caricia.
-¿Lo estábamos haciendo así en tu cabeza, nena? -gruñe, su nuez de Adán se mueve mientras gime de placer por lo jodidamente celestial que se siente tu coño.
-Porque así es como lo estábamos haciendo en el mío.- ¿Se sentía bien? Intenta eufórico.
¿Cómo era posible que ese coño se sintiera tan bien? Ni siquiera puedes abrir la boca para responder.
La fricción de su pene contra tus paredes es demasiado buena y, a medida que su ritmo se intensificaba, un calor vertiginoso se extendió por todo tu cuerpo, llenando cada rincón de tu ser con una neblina eufórica.
La sensación de estar completamente envuelta, absolutamente conectada, envió flechas eléctricas de placer a través de tu cuerpo, haciendo que tus ojos revolotearan y se giraran ligeramente hacia atrás en absoluta felicidad.
Cada movimiento que hace, cada vez que su gorda punta choca con tu cérvix, deja tras de sí un rastro de calor chispeante que parece iluminarte desde dentro.
Y, por supuesto, nadie espera que la chica rara sea una chorreante. No sabes lo que está pasando y no tienes suficiente para advertirle.
La liberación te invadió en una ola que lo abarcó todo, irradiando desde tu centro hasta las puntas de tus dedos de las manos y los pies.
Te atravesó como una tormenta, dejando un rastro de destellos a su paso.
Tu cuerpo se arqueó instintivamente, aferrándose a él mientras la ola llegaba a su cresta, luego, suave, lentamente, comenzó a menguar.
Él detiene su movimiento y observa con los ojos muy abiertos cómo un líquido transparente se rocía sobre su abdomen y tú tiemblas y gimes.
Mientras flotabas hacia abajo desde las alturas de la felicidad, tu respiración se volvió más fácil, más suave, el persistente olor a leche se disipó.
Choques de placer pulsan suavemente a través de ti.
-¿Por qué paraste?- susurras.