(POV Giyuu)
El viento cortante del invierno se enreda en mi cabello, y mis manos, entumecidas, apenas pueden cerrar el abrigo viejo que llevo encima. Mis pies se hunden en la arena helada, dejando huellas que el mar borra de inmediato, como si no quisiera recordarme. Suspiro, viendo cómo mi aliento se pierde en el aire como el eco de todo lo que nunca pude decir.
Miro el mar, tan oscuro y profundo. Parece invitarme, con un susurro bajo y constante, a dejarme llevar, a entregarme a su abrazo frío y silencioso. Me siento tan cansado. La deuda que dejó mi padre es una cadena que no puedo romper, y cada día es una lucha para sobrevivir. Nadie debería llevar esta carga... nadie debería llevarme en absoluto.
Doy un paso hacia adelante, la arena mojada se desliza entre mis dedos como una última advertencia. Pero sigo avanzando. Me meto en el agua y el frío me consume, ahogando mis pensamientos y mis miedos. La piel me arde,es una última sensación, algo que no será por mucho tiempo.
Cerrar los ojos y entregarme a este lugar helado parece, por primera vez, la única salida.
Justo cuando el agua helada me alcanza la mitad del cuerpo y mis piernas comienzan a entumecerse, siento un tirón brusco en el brazo. Me vuelvo, confundido y sin esperanzas, y lo veo: Sanemi Shinazugawa, el alfa de ojos afilados y expresión severa. El mismo Sanemi al que le debo cada centavo de la deuda que arrastraba mi padre. El mismo Sanemi que me ha dejado claro que el dinero es lo único que le importa.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —su voz, cortante y furiosa, atraviesa el rugido de las olas mientras me arrastra con una fuerza implacable hacia la orilla.
Intento resistirme, pero estoy demasiado débil. Sus dedos se clavan en mi brazo, como si temiera que me le escapara de nuevo, aunque no es preocupación lo que veo en su mirada. Su ceño está fruncido, pero sus ojos no muestran ni rastro de compasión, solo una mezcla de fastidio y... algo más, quizás enojo.
Sanemi suelta un bufido exasperado y saca su teléfono. Sin apartar la mirada de mí, marca un número y, segundos después, uno de sus sirvientes aparece a la orilla, llevando una manta gruesa.
—Envuélvelo —ordena Sanemi sin un atisbo de suavidad en su voz.
El sirviente se apresura a cubrirme con la manta, que al menos me protege del frío que aún me cala hasta los huesos. Sigo temblando mientras me obligan a ponerme en pie y me guían hasta un auto negro y lujoso que espera más allá de la playa. No puedo evitar sentirme fuera de lugar, como una sombra en medio de tanto lujo.
Sanemi sube primero y, sin mirarme, hace un gesto impaciente para que entre. Vacilo un segundo antes de obedecer; el asiento es cálido, un contraste doloroso con el frío que aún me recorre. Cierro los ojos un instante, intentando recuperar algo de calma, pero no hay espacio para eso en presencia de Sanemi.
—¿Estás satisfecho? —dice de repente, su tono cargado de sarcasmo y reproche. Miro de reojo su expresión rígida, la mandíbula apretada.
Sé que para él esto no tiene nada que ver conmigo. Soy solo el deudor, la carga que ha tenido que venir a controlar antes de que se vuelva otro problema en su vida.
—¿Para qué tanto esfuerzo? —susurro, agotado—. Sabes que no me importa.
Por un instante, el silencio se siente pesado entre nosotros. Sanemi suspira, pero no responde. Solo mira al frente mientras el auto se pone en marcha, y en ese silencio que compartimos, no sé si quiero agradecerle o maldecirlo por no dejarme desaparecer.
—¿Crees que puedes escaparte tan fácil, Tomioka? —gruñe, apretando los dientes mientras me saca del agua. Me suelta bruscamente en la arena y se cruza de brazos—. ¿Así de poco te importa la deuda?
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No te vayas {sanégiyuu}
FanfictionSanemi y Giyuu, dos hombres con pasados complicados, comienzan una relación marcada por secretos, desafíos familiares y una inesperada sorpresa. Mientras enfrentan traiciones y oscuros enemigos, su vínculo se fortalece. A lo largo de su historia, lu...