Capítulo XI

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¡Y va otro jaja!

El juicio de Criston Cole había llegado finalmente. La sala estaba llena de tensión, y aunque la decisión aún no estaba tomada, todo el peso de los días previos se sentía en el aire. Rhaenyra estaba nerviosa, pero había tomado la decisión de enfrentar a su abusador cara a cara, por fin. Sabía que su testimonio era crucial, y el miedo que había sentido durante meses se transformó en una determinación implacable.

Daemon se encontraba a su lado, para él, no se trataba solo de protegerla, sino de asegurarse de que no quedara impune el sufrimiento que ella había vivido.

Cuando Rhaenyra subió al estrado, sintió que todas las miradas de la sala se posaban sobre ella. Miró a Criston Cole, que estaba sentado en la mesa de los acusados, y no pudo evitar notar la pequeña sonrisa que se asomaba en sus labios. Parecía confiado, como si tuviera todo bajo control. Pero Rhaenyra no iba a ceder ante su intimidación. No otra vez. 

Tomó una respiración profunda antes de comenzar a hablar, cada palabra que salía de su boca era una mezcla de dolor y valentía. Relató, con detalles punzantes, todo lo que había sufrido durante los años que había estado bajo el control de Criston. Habló sobre las noches de terror, sobre las palabras crueles, sobre el abuso físico y emocional que él le había infligido. Recordó cómo había perdido su dignidad, su confianza, cómo se había sentido prisionera, aunque nadie lo supiera.

Pero Criston Cole no tardó en reaccionar. Con una sonrisa falsa, negó todo. Acusó a Rhaenyra de mentir, de manipular la situación a su favor. "Ella fue la que me atacó. Solo me defendí", dijo, levantando la voz con arrogancia. Su defensa era tan calculada como su sonrisa, pero a Rhaenyra no le importaba. Había hablado con la verdad, y eso era lo que importaba.

Lo que Criston no sabía era que Daemon y Rhaenyra habían logrado algo que no se esperaba. Habían conseguido testigos que lo pondrían en una posición difícil. Vecinos de Rhaenyra, gente que había visto su sufrimiento en los días previos a que todo eso se terminara, gente que la conocía, decidieron testificar a su favor. Ellos no dudaron en contar la verdad sobre los gritos en medio de la noche, sobre las marcas que Rhaenyra había mostrado en sus brazos, sobre el miedo palpable en sus ojos cuando él estaba cerca. Los testimonios de aquellos que  la conocían, aquellos que sabían lo que había pasado, ayudaron a cambiar la narrativa.

A pesar de todo eso, Criston y su abogado tenían un último recurso. Habían pagado a testigos falsos que se presentaron para defender a Criston, pero el peso de las pruebas en su contra era innegable. Al final, el tribunal no tenía más remedio que otorgar una orden de alejamiento para Criston Cole. Sin embargo, el juez dejó claro que Criston no volvería a la cárcel hasta que se celebrara una segunda audiencia, en la que se decidiría su condena definitiva.

Rhaenyra sintió una mezcla de alivio y frustración. Habían conseguido que Criston se mantuviera alejado de ella, pero sabía que aún quedaba un largo camino por recorrer. El simple hecho de verlo sonreír mientras salía de la sala de audiencias le heló la sangre. No podía dejar de pensar que él no iba a rendirse.

Y tenía razón. Mientras Criston salía por la puerta, su sonrisa se convirtió en una mueca de satisfacción. Él sabía que el tiempo jugaba a su favor. Estar en libertad le daría la oportunidad de actuar, de encontrar una manera de llevarse a Rhaenyra lejos de todo, de todas esas personas que lo habían encarcelado. Nadie lo sabía, pero la libertad de Criston también significaba que él tenía la oportunidad de hacer lo que había planeado desde el principio: tomarla de nuevo, llevarla a un lugar donde nadie podría encontrarla.

Mientras tanto, Daemon había mantenido su silencio, pero sus ojos seguían fijos en Criston, como si pudiera percibir sus pensamientos más oscuros. Rhaenyra no sabía si sentir miedo o gratitud por lo que Daemon estaba dispuesto a hacer por ella. Pero una cosa era segura: si Criston Cole intentaba acercarse de nuevo, Daemon no iba a permitir que nadie,  volviera a lastimar a la mujer que había comenzado a proteger no solo por obligación, sino porque su corazón se lo exigía.

Susurros de un encuentro (Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora