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Los señores Pindter se ofrecieron a quedarse a cuidarla pero para la actriz, eso sería muy egoísta de cualquiera de las partes de los demás jóvenes. Ellos, aunque si bien eran sus padres, no merecían desvelarse en ese lugar tan agotador y estresante, nadie debía exponerlos más. Los mejores amigos de la pelinegra lograron convencerlos de llevarlos a casa para cuidar de Norris. A regañadientes aceptaron, al final todos se cuidaban en esa gran familia. La hermana mayor de las Montes había convencido a Luigi que Gala se quedaría a cuidarla, sabía que si le empezaban a proponer irse del lugar, solo obtendrían una respuesta negativa que no tendría fin, conocía demasiado bien a su hermana, terca como una mula.


La habitación del hospital estaba en penumbra, iluminada solo por la luz pálida que se filtraba desde el pasillo y proyectaba discretas sombras suaves sobre la pared. En la cama, Karime descansaba inmóvil, su piel más pálida que de costumbre, mientras la máquina junto a ella emitía un ruido rítmico, el único sonido que rompía el silencio dentro de ese abrumador lugar, de inmediato supuso que era de noche. Gala llevaba horas allí, en un sillón gris incómodo al lado de la cama, sin despegarse de ella ni un segundo. No se había permitido dormir, ni siquiera cerrar los ojos por un momento; el miedo a perderla la mantenía despierta, en guardia, como si su vigilia fuera lo único que sostenía el frágil hilo de vida de Karime. Si era necesario estar día y noche con ella hasta que despertara, lo haría sin dudar.

Con el paso de las horas, ya en la madrugada Gala se había desplomado sobre la cama, apoyando su cabeza en el colchón junto a la mano de Karime. Su cabello estaba despeinado, los ojos hinchados por el llanto, y las ojeras dibujaban sombras profundas en su rostro.

La luz tenue de las primeras horas del día que se filtraba por la ventana finalmente hizo pestañear a Karime. Al abrir lentamente sus ojos, todavía borrosos y cansados, lo primero que miró a su alrededor, algo desorientada fue la imagen de Gala, estaba despeinada, los ojos hinchados de tanto llorar, el rostro rojizo, con una mezcla de preocupación y cansancio. Un temblor se deslizó por su pecho, una ternura que jamás había sentido. Verla de ese modo le hizo sentir como cuando descubrió que amaba a los gatos o cuando descubrió el mundo de Harry Potter.

—¿Gala? —murmuró, en un susurro apenas audible.

Gala levantó la cabeza bruscamente, como si se tratase de rescatarla de un posible accidente. Al reaccionar para darse cuenta que su supuesta novia había despertado, las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, deslizándose sin control por sus mejillas. Se apresuró a acercarse más a Karime, tomándole la mano con un cuidado, como si tuviera miedo de lastimarla aún más.

—Lo siento tanto, Kari —murmuró Gala, con un temblor en la voz—. Esto fue mi culpa... Nunca debí haberte expuesto de ese modo. No sabes cuánto me he arrepentido. —sus palabras salían entrecortadas, llenas de un dolor que llevaba acumulando toda la noche—. Me moría de miedo. No sabía si te volvería a ver...

Karime sintió cómo su propio corazón se quebraba al ver el dolor en los ojos de Gala, y apretó su mano con toda la fuerza que podía reunir.

—No, Galita, no fue tu culpa. Si decidí involucrarme en ese plan fue porque ambas necesitábamos salir y mira donde estamos, ¡lo logramos! —susurró, tratando de calmarla, aunque la debilidad en su propia voz la traicionaba—. En realidad —se detuvo, tragando saliva, como si quisiera frenar sus pensamientos pero ya era tarde—, me destroza verte llorar, estoy bien.

—No quiero perderte, pensé que había perdido la oportunidad de decirte todo lo que siento, y eso... eso me estaba matando.

Karime sintió sus ojos llenarse de lágrimas también, no esperaba escuchar esa respuesta por parte de la más alta.

Dichas estas palabras, cuando sus miradas se encontraron por segunda ocasión, el silencio entre ellas se volvió abruptamente pesado,todo lo que no habían dicho durante meses; en donde cada pelea que habían tenido se escondía el verdadero peso de sus sentimientos. No se dieron cuenta que con cada comentario sarcástico o acciones retadoras que se lanzaban cada que podían se había convertido en una necesidad por parte de ambas.

Gala alzó una mano temblorosa y acarició la mejilla de Karime, su pulgar rozando con delicadeza la piel suave y cálida que tanto temía no volver a sentir. Karime cerró los ojos, dejando que esa caricia la envolviera, como un refugio que solo había encontrado en ella. Podía sentir el ritmo entrecortado de la respiración de Gala, y en ese momento supo que ambas estaban esperando ese momento con gran desesperación desde hace mucho, más tiempo del que estaban dispuestas a admitir.

Gala se acercó lentamente, sus ojos aún fijos en los de Karime, como si buscara alguna señal para no dar un paso en falso. Karime asintió con un leve movimiento, apenas perceptible, pero suficiente para liberar todo lo que ambas habían estado reprimiendo. Cuando finalmente sus labios se encontraron gracias a un roce ligero, suave como la respiración pero tan fuerte que las hizo estremecer.

A medida que el beso se convertía en poder y seguridad, los labios de Gala se movieron con una ternura desesperada, una mezcla de necesidad y temor, como si quisiera grabar en su memoria cada segundo de ese momento. Por otra parte, las desesperadas manos de Karime subieron hasta el rostro de Gala, acariciando su cuello y atrayéndola más hacia sí, aferrándose a ella con la certeza de que ya no había marcha atrás. Ambas derramaban lágrimas y esas lágrimas parecían conectarse a esa conexión tan invisible que siempre había estado entre ellas, como si el dolor y el alivio de encontrarse finalmente se mezclaran en un único sentimiento abrumador.

Se habían besado decenas de veces cuando grababan o cuando la tensión nació durante la fiesta de Halloween, Karime esa noche pensó que los espíritus de Evelyn Hugo y Celia St. James las habían poseído esa noche.

Los labios de Gala exploraron cada rincón, cada curva, como si estuviera redescubriendo algo que había buscado desde siempre. Sus dedos enredados en el cabello negro de Karime, deslizándose suavemente mientras la sostenía, transmitían una promesa sin palabras: no perderían más el tiempo intentando ignorar sus sentimientos.

Cuando finalmente se separaron, ambas estaban sin aliento, sus labios rojos y entreabiertos, sus frentes unidas en un gesto íntimo que les permitía recuperar el aire mientras sus corazones seguían latiendo con gran fuerza, en perfecta sincronía. Karime, dejándose llevar por un gesto muy cursi, la acercó un poco más para rozar su nariz con la de su adorada Gala Montes, su dolor de cabeza.

—Lamento no haberme detenido esa noche en los baños de la fiesta —dijo aún con los ojos cerrados, logró sentir la sonrisa que se dibujaba en la otra chica.

—¿Si? Dejame decirte que desde esa noche te llevaste mi corazón y cuando rompiste la defensa de mi coche, el molesto ruido que quedó no paraba de repetir tu nombre.

—Gracias por quedarte conmigo. Espero que este beso solo sea el comienzo de siete años de buena suerte porque ¡ah jijo que pinches saladas estamos!

—Si me sigues besando así, creo que hasta ganaremos todos los boletos de lotería.

Ambas empezaron a reír, una nueva etapa en ellas había comenzado y no pensaban dejarla ir.

Sus sentimientos eran como de todo aquello que un día habló Platón en sus escritos, la complicidad de dos almas que generaban un amor demasiado leal y desinteresado. 



¿Opiniones del nuevo capítulo? Miren que ya no hay drama eh, ya me enteré que la historia les da un poco de miedo con lo dramática que se ve pero les prometo que este enemies to lovers con slow burn tendrá sentido. ¡Gracias por leer! Nos vemos la próxima semana<3 

—Fer. 

Estrellas platónicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora