Capítulo 3: Oscuridad Interna.

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Desde la muerte de mi padre, todo parecía haberse vuelto un caos en mi mente. Había días en los que me despertaba y sentía que ya no pertenecía a este mundo. Como si mi cuerpo estuviera aquí, pero mi alma ya no. Sentía que algo dentro de mí se estaba quebrando, algo que no podría volver a repararse. No era un dolor físico, sino algo más profundo, algo que no se veía pero que me consumía por dentro.

Recuerdo cómo me despertaba en las madrugadas, con la garganta apretada, sin poder respirar. Mis pensamientos eran un torbellino de ideas oscuras que nunca había tenido antes. Pensamientos de huir, de desaparecer, de no seguir adelante. A veces, me preguntaba si la única forma de escapar era perderme en la oscuridad, hacer que todo se desvaneciera de una vez por todas. Y no, no era solo tristeza. Era más que eso. Era el principio de algo mucho más oscuro.

Me levantaba, sin importar cuánto tiempo hubiera dormido. La casa estaba vacía. La manada venía, sí, pero ya no sentía como antes, como si fuéramos una familia. Ahora solo era una multitud de rostros que intentaban ser amables, que intentaban preocuparse por mí, pero que no veían lo que realmente estaba sucediendo. Ya no podía confiar en ellos de la misma manera. No podía decirles lo que sentía porque, al final, ni ellos me entendían. Nadie lo hacía.

Puedo recordar una tarde, cuando Scott trató de hablar conmigo mientras caminábamos por el pasillo de la escuela. Intentó, como siempre, poner esa sonrisa forzada, esa que decía "todo va a estar bien", pero era una mentira. Yo lo sabía. Lo sabía porque ya no había nada en mí que me dijera que las cosas mejorarían.

—Stiles, tienes que hablar de esto. Todos lo estamos pasando mal, pero no puedes seguir con esta... esta actitud.

Su voz era suave, pero las palabras eran veneno para mí. Actitud. Eso era lo que pensaba que tenía. "Actitud". No sabía lo que pasaba dentro de mi cabeza, no entendía el abismo en el que me estaba cayendo. Y las palabras de Scott, que solían ser un consuelo, ya no significaban nada. Me sentía como si estuviera escuchando a alguien desde muy lejos, como si su voz no me llegara, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.

Me encogí de hombros, evitando mirarlo a los ojos. No quería verlo. No quería hablar de nada. Al final, solo lo dejé ir.

Esa misma tarde, cuando el sol ya comenzaba a ponerse, me encontré caminando sin rumbo por las calles de Beacon Hills. Cada paso que daba parecía alejarme más y más de la realidad. Los árboles se veían muertos, las casas vacías, la ciudad misma parecía muerta. El lugar que había sido mi hogar durante toda mi vida ya no era el mismo, y yo ya no era el mismo Stiles que alguna vez había caminado por esas mismas calles.

Mis pensamientos eran más oscuros cada día. La rabia me quemaba, y el vacío de la pérdida se volvía más denso, como si me estuviera tragando entero. Pensaba en mi padre, en su muerte, en cómo no pude hacer nada para evitarlo. Pensaba en mi madre, en su ausencia, en cómo me había dejado enfrentar todo esto solo.

Y entonces, al final de la calle, estaba él. El Nemeton. La última vez que estuve allí, había sido diferente. Estaba lleno de vida, de energía. Pero ahora, parecía una sombra de lo que una vez fue. La oscuridad lo envolvía, como si estuviera invitándome a entrar, a entregarme a lo que fuera que esperaba allí. Y lo hice.

Caminé hacia el árbol, y sin pensarlo, me senté bajo él, dejando que la oscuridad me rodeara. No sabía qué buscaba exactamente. Tal vez una respuesta, tal vez consuelo. Tal vez solo quería desaparecer y dejar que todo se desmoronara.

Mis pensamientos se volvieron más erráticos, más intensos. Pensamientos suicidas comenzaron a surgir. Pensaba que todo terminaría si dejaba de luchar, si simplemente me dejaba caer en el vacío. Pero no podía, algo en mí se lo impedía. Tal vez era miedo. Tal vez solo quería dejar de sentir, dejar de sufrir. No lo sabía.

Oscuridad y Sacrificio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora