Agatha Harkness observaba la ciudad desde las ventanas de su despacho en el piso treinta y cinco de un elegante edificio en el centro de Nueva York. Desde allí, el mundo parecía quedar muy abajo, tal y como ella estaba acostumbrada a ver a las personas: con distancia y, en muchos casos, con una ligera condescendencia. El bufete Harkness & Asociados, su creación y su orgullo, había sido su mundo durante años. Agatha era irónica, extremadamente astuta y dueña de una inteligencia que a menudo intimidaba a quienes se acercaban demasiado. Era una de las mejores abogadas del país, y en ese momento, el bufete se encontraba en plena actividad.
- ¿Y? -dijo Jenn, su colega y amiga de toda la vida, dejándose caer en uno de los cómodos sillones de cuero del despacho-. ¿Cuánto tiempo más piensas mantener esa cara de piedra, Agatha? Te conozco, algo te pasa.
Jenn siempre fue una de las pocas personas a las que Agatha permitía ver algo más allá de su fachada de fría profesionalidad. Aunque se burlara de sus comentarios, a veces incluso con sarcasmo, era consciente de que Jenn lograba percibir la verdad en ella, aunque Agatha apenas se la confiara.
- ¿Pasarme? No sé de qué hablas, Jenn -replicó Agatha, con una sonrisa irónica-. Estoy perfectamente bien.
Jenn resopló y le lanzó una mirada de incredulidad, acercándose al escritorio de la mujer.
-Agatha Harkness, una de las abogadas más temidas de Nueva York, interesada en... -Jenn tomó un folleto que estaba sobre el escritorio de Agatha y lo leyó en voz alta con cierta fascinación-: "Clínica de Fertilidad: Programa de Inseminación".
Agatha le arrebató el folleto de las manos, molesta.
-Eso no es asunto tuyo, Jenn. Solo estoy... considerando mis opciones -murmuró, mientras su amiga la observaba con una mezcla de sorpresa y complicidad.
-Oye, no digo que sea malo, solo me sorprende que finalmente hayas pensado en algo que no sea trabajo. Quizá este bufete no es lo único que necesitas para ser feliz y mas aun después de....
Jenn no esperó respuesta, pero Agatha quedó en silencio, mordiéndose ligeramente el labio. Sabía que, a sus treinta y cinco años, era hora de tomar una decisión. La maternidad había sido un pensamiento latente en su vida, uno que siempre reprimía porque no era "el momento adecuado". Sin embargo, después de una serie de eventos dolorosos, se preguntaba si había llegado el instante de dar el paso y dejar que algo distinto a su carrera le diera sentido a su vida.
Sin embargo no podia negarse a si misma el miedo latente que tenia a gestar, temia no ser lo que un bebe necesitara para crecer de la manera adecuad, un golpe en la puerta la saco de sus pensamientos.
- Vuelvo en un rato, parece que estas esperando compañia -La morena se levanto del sillon y salio de la oficina, mientras un hombre de edad avanzada y el cabello cubierto de canas ingresaba
- Papa, cuantas veces debo decirte que avises antes de venir, tengo mucho trabajo
Apesar del reproche la joven se acerco a su padre dandole un calido abrazo a lo que el señor correspondio viendo a agatha.
-Ahora debo avisar cada vez que venga a mi propio bufete?, estas todo el tiempo metida en esats cuatro paredes.
Agatha rodo los ojos y se sento con su padre Arthur en el sillon de cuero, a el jamas le habia gustado que su unica hija se la viviera en el trabajo, pero su madre... Su madre era otra historia, Agatha suspiró al recordar a su madre, una mujer que siempre había defendido la importancia de la independencia y la ambición, valores que ella misma había heredado. Sabía que su padre nunca estuvo de acuerdo con esa visión; para él, la vida tenía que estar equilibrada, y el trabajo no debía consumir cada minuto del día.

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Sin Reservas | Agathario
RomanceAgatha Harkness, una abogada de gran prestigio y fría ironía, ha forjado una vida de éxito en Nueva York. Distante y seria, suele mirar a los demás con condescendencia, siempre en control y rodeada del respeto que inspira su habilidad profesional. D...