Al salir del café, me quedé en la acera, observando cómo Lucy se alejaba. Sus pasos ligeros y seguros parecían deslizarse entre la gente, y una parte de mí quería seguirla, caminar a su lado y descubrir lo que ese impulso significaba. Pero sabía que no debía hacerlo, que tenía que alejarme de todo esto antes de que fuera demasiado tarde. Solo que era más difícil de lo que pensé.
Londres tiene una manera de atrapar a las personas en sus propios pensamientos. Las luces parpadeantes de los locales, el ruido de las conversaciones mezclado con el tráfico, y esa lluvia ligera que parece no cesar nunca. Por momentos, casi sentía que me hablaba, recordándome por qué estaba aquí y lo que tenía que hacer. Durante años, la venganza había sido la única constante en mi vida, una razón para seguir adelante cuando todo lo demás se desmoronaba. Pero desde que Lucy apareció en mi vida, ese propósito se tambaleaba, y eso era peligroso.
Miré mi reloj y decidí regresar a casa. Era una pequeña casa de alquiler en una zona discreta de la ciudad. No era un lugar lujoso, pero servía para mantenerme cerca de mi objetivo sin llamar demasiado la atención. Al entrar, fui recibido por un silencio aplastante. La única compañía que tenía en ese espacio era un gato callejero, al que llamaba Grimm. Era un gato negro, de ojos profundos y curiosos, que había aparecido un día en mi puerta y, desde entonces, se había quedado.
—Hola, Grimm —le dije mientras me agachaba para acariciarle la cabeza. Él ronroneó suavemente y se restregó contra mi mano.
Grimm era mi único testigo en esta ciudad; el único que había estado a mi lado mientras mis planes se volvían cada vez más oscuros y precisos. Era un recordatorio constante de mi soledad, pero también de la compañía inesperada que a veces llega sin pedirla. Le serví algo de comida y me dejé caer en el sillón, observando el techo. Pensé en mis padres, en la vida que habíamos dejado atrás y en la furia que había acumulado desde aquel día. Todo esto tenía un propósito claro, pero entonces, ¿por qué me sentía tan vacío? ¿Por qué Lucy lograba remover algo en mí que creía muerto hace tiempo?
Miré el reloj nuevamente y recordé el primer lugar donde vi a Lucy: la librería. Algo en mi interior me impulsó a volver allí, como si necesitara verla una vez más. No estaba seguro de si estaría ahí, pero cualquier excusa para verla de nuevo me parecía válida. Si la encontraba, quizás podría entender mejor esta sensación que me invadía y ver si podía acallarla.
Salí de casa y me dirigí a la librería. Caminé por las calles mojadas, respirando el aire frío de la noche. El reflejo de las luces en los charcos de agua creaba un juego de sombras que hacía que Londres se viera más sombrío, más oscuro. A cada paso, mi mente volvía a Lucy, a su mirada tranquila, a la dulzura con la que me había hablado en el café. Ella no tenía idea de quién era realmente, de los pensamientos que cruzaban mi mente cada día.
Al llegar a la librería, me detuve un momento en la puerta, intentando calmarme. El familiar olor a papel viejo y madera me recibió al entrar, envolviéndome como un bálsamo. Este lugar era uno de los pocos sitios donde encontraba algo parecido a la paz. Era curioso, porque durante años, todo lo que me rodeaba me recordaba a la tragedia que había vivido, a esa noche en la que lo perdí todo. Pero aquí, entre los libros y el silencio, podía dejar esa carga a un lado, aunque solo fuera por un instante.
Mis ojos recorrieron los pasillos hasta que la vi. Lucy estaba ahí, de espaldas, concentrada en un libro que sostenía entre sus manos. Su cabello caía en ondas suaves, y había algo en su postura que me resultaba familiar y reconfortante. Sin quererlo, una pequeña sonrisa asomó en mis labios. Sentía algo inexplicable cuando la veía así, en su propio mundo, sin ninguna pretensión.
—Lucy —dije, sin saber realmente si quería que me escuchara o si era simplemente el impulso de decir su nombre.
Ella se giró de inmediato, sus ojos claros encontrándose con los míos. Parecía sorprendida al verme, pero en su expresión había también un atisbo de alivio, como si mi presencia allí fuera una respuesta a algo que no se había atrevido a preguntar. Había una conexión entre nosotros, algo que no podía ignorar, y aunque mi razón me decía que esto era un error, no podía alejarme.
—Arthur... —murmuró, y esa simple palabra hizo que todo a mi alrededor se desvaneciera.
Caminé hacia ella, sin apartar la mirada. Me sentía atrapado, como si estuviera en una encrucijada entre lo que debía hacer y lo que mi corazón parecía anhelar en su presencia. En ese momento, mi propósito de venganza se sentía distante, casi absurdo, y una calma inexplicable me invadió.
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Venganza en la piel
Mystery / ThrillerEn el Londres de cielos grises y secretos oscuros, Lucy, una joven enfermera, y Arthur, un abogado marcado por la tragedia, se encuentran en una librería, sin saber que el pasado los ha unido de una manera tan devastadora como inevitable. Un amor pr...