VIII

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26 𝒏𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 2022

narra Ana:

Hoy era día de partido, Argentina jugaba contra México.

Debíamos ganar ese partido cueste lo que cueste.

Y yo tenía fe.

Mientras ibamos en camino al estadio veía a toda la gente alentando y cantando nuestras canciones.

Eso me hizo sonreír.

Al llegar mostramos nuestras entradas y ingresamos al campo de juego.

Estabamos en el mismo lugar de antes, atrás del banco de suplentes.

—Ana, nosotros nos vamos a buscar algo de comida y bebidas, ¿venis?— preguntó Mateo.

—No gracias, quiero ver como calientan los jugadores.

Cosa que me arrepentí después.

—Bueno. —Al terminar de decir eso se fue de mi vista.

Estaba sola disfrutando las vistas hasta que me llega una pelota y me impacta en la cabeza.

Me quejé del dolor.

Al ver de quién era el pelotazo me enojé aún más.

Era él.

Siempre tenía que ser él quién molestaba, me hacia enojar, ensuciaba mi ropa, etc.

—Perdón, se me fue la pelota. —Dijo él.

Noté como tenía ganas de reirse, así que pregunté.

—¿De qué te reis?

—Nada nada —dijo apunto de tentarse.

—Yo no puedo creer, ¿tenés algún problema conmigo? Te lo pregunto porque parece que lo haces apropósito.

Ya estaba harta de él, ¿por qué siempre que me pasaba algo malo tenía que estar él?

—La verdad que sí.

Me sorprendió su respuesta.

—¿Se puede saber cuál?

—¿De verdad queres saber? Bueno, te pido perdón y no lo aceptas, te enojas por todo sin conocerme, yo intento acercarme a vos y te alejas. ¿Así como pretendes que nos llevemos bien? Si cada vez que me ves te enojas.

Lo miré y hablé

—Todo eso te lo ganaste vos solito, corazón. —Dije cruzándome de brazos.

No iba a caer, no con él.

—Te aviso que esto no termina acá.—Dijo eso, dio meda vuelta y se fue.

¿Qué le pasaba? Como si yo querría hablar con él.

Lo odiaba tanto que no me entraba en el cuerpo.

Su aspecto arrogante y desafiante me hacían odiarlo, y más después de lo que pasó ese día en el baño.

Cosa que nunca debió ocurrir.

Estaba tan distraída pensando en lo que acaba de pensar que no me percaté que mis amigos ya habían llegado.

—Hey Ana, ¿pasó algo?— Preguntó cami en un tono preocupado.

—No tranquila, estaba viendo como los chicos jugaban a la pelota.

—Bueno, mira lo que trajimos.

Me mostraron toda la comida y empezó el partido.

Estaba muy nerviosa, teníamos que ganar.

𝑪𝒐𝒏 𝒗𝒐𝒔 𝒚𝒂 𝒈𝒂𝒏𝒆́ | 𝑷𝑨𝑼𝑳𝑶 𝑫𝒀𝑩𝑨𝑳𝑨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora