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El amanecer era frío y gris, y el hospital parecía envuelto en un silencio que se sentía pesado, casi opresivo, tan solo cortado por los truenos que se podían oír desde afuera, debido a la constante tormenta. Madison abrió los ojos lentamente, todavía recostada al lado de Anthony y sintiendo el calor de su cuerpo, lo único reconfortante en el ambiente lúgubre que los rodeaba a diario. Las luces del alba, aumentadas debido a algún relámpago esporádico, se filtraban por la ventana proyectando sombras en las paredes del dormitorio.

Madison se movió despacio, recordando a su pesar las revelaciones de la noche anterior. Giró la cabeza para ver a Anthony, que todavía tenía los ojos cerrados y estaba profundamente dormido. Le acarició el brazo que la envolvía, en gesto protector, hasta que pudo despertarlo.

—Tony, vamos, despierta —le susurró. Él soltó un leve gruñido, como protesta, y aunque no abrió los ojos se aferró un poco más a ella, a esos minutos de tranquilidad antes de lo que sea que les tocara vivir después del desayuno.

—¿No podemos quedarnos aquí un ratito más? —murmuró, con voz ronca, todavía arrastrada por el sueño. Todavía con los ojos cerrados, le apoyó la punta de la nariz en la espalda, respirando con fuerza el olor de su piel al mismo tiempo que le ponía una mano en un pecho —No me apetece ir a cazar espectros antes de desayunar...

Madison soltó una risita, agradeciendo su intento de aligerar el ánimo. Pero ambos sabían que el tiempo corría y la verdad los aguardaba en las profundidades del hospital.

—No vamos a perdernos nuestro café matutino por nada del mundo. Luego ya podemos dedicarnos a lo demás.

—Genial —respondió, poniéndose una mano encima de los ojos, frotándose los párpados a medida que se giraba boca arriba —. Nada como empezar el día con una búsqueda en una morgue abandonada.

Ella sonrió ante su sarcasmo. Era extraño como Anthony lograba sacar lo mejor de ella, incluso en medio del caos en el que estaban inmersos. Se levantó lentamente, apoyándole una mano en el pecho, y entonces le dio un rápido beso en los labios.

—Vamos, luego podremos descansar todo lo que quieras —dijo.

Madison se puso de pie, buscando a un lado de la cama su ropa interior, para volver a vestirse. Él la siguió, haciendo lo mismo, y luego que ambos estaban ya vestidos por completo, Anthony recogió los condones usados para tirarlos en el inodoro antes de salir de la habitación, mientras que ella se peinó con rapidez y puso su teléfono celular a cargar, ya que necesitarían luz con la cual alumbrarse una vez bajaran a ese sitio.

Dirigiéndose a la cafetería y tomados de la mano, tanto Madison como Anthony miraban a su alrededor con aire de confusión, aunque ninguno de los dos mencionara nada al respecto. El hospital, a esa hora, parecía más desierto que nunca, con ecos de pasos lejanos, como si las paredes antiguas absorbieran cualquier sonido humano. Las luces de los pasillos parpadeaban levemente, y el aire tenía un frío metálico que hacía que la piel se erizara, aún por debajo de la ropa de abrigo.

—¿Por qué parece como si todo el ambiente hubiera cambiado de un día al otro? —preguntó ella, en una murmuración. Él asintió, aunque no dijo nada. Había una tensión en su mirada que delataba lo que no expresaba en palabras. Sentía lo mismo, y una parte suya no supo explicar porque, pero definitivamente algo había cambiado en el entorno, como si con cada paso que se acercaran a la verdad aumentasen también la oscuridad siniestra del hospital.

Al llegar a la cafetería, minutos después, el lugar estaba casi vacío, aún a pesar de que eran poco menos de las nueve de la mañana. Solo había unas pocas mesas ocupadas por el personal, que apenas levantaba la vista de sus platos. Se sirvieron una taza de café, tomaron unos bollitos de anís y se sentaron en una mesa junto a la ventana, donde la tenue luz del día gris apenas entraba, creando una atmosfera casi melancólica. La doctora Sanders llegó poco después, se dirigió directamente al mostrador, se sirvió una taza de café y al verlos, se dirigió hacia su mesa. Su expresión era neutral, como si estuviera acostumbrada a lidiar con situaciones tensas sin mostrar un ápice de emoción.

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El legado de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora