Durante el resto del día, Madison solo quería una cosa: descansar.
Pensaba que no podía postergar por más tiempo los informes preliminares, pero habían sido unas cuarenta y ocho horas de verdadero infierno, y no tenía la mente ocupada en redactar absolutamente nada. En el hospital Ashgrove reinaba un ambiente de preocupación de lo más variado, y también muy denso. Muchas enfermeras y algunos médicos se cuestionaban si no llegaría más gente accidentada con el correr de la tormenta. Otros, sin embargo, se preguntaban cuándo podrían volver a sus casas, que por algún motivo que Madison desconocía, no querían pasar ni un minuto más dentro de aquel sitio.
Ella, por su parte, intentó averiguar cómo iba evolucionando el estado de salud de la chica en cuestión. El doctor Heynes en persona fue quien la operó, en una extensa y agotante labor de cuatro horas, pero que al parecer no había resultado exitosa. La joven no habría resistido el procedimiento, ya que tenía restos de escombros incrustados muy profundo en la corteza cerebral, y al intentar retirarlos, la chica acabó por sufrir un paro cardiorrespiratorio. Fue el mismo doctor Heynes quien le dio la noticia a su padre, con la pesadumbre en el rostro y bajo el silencio de todo el hospital, y fueron todos quienes vieron el derrumbe emocional de aquel pobre hombre, quien tuvo que ser asistido para evitar que se desmayase en medio de la recepción.
Durante la tarde, las pocas personas —incluidas ella y Anthony— que habían ido a la cafetería a tomar la merienda, no hablaban entre sí. El ambiente era de funeral, y por su parte, Madison solo quería que las horas pasaran, tomar la cena, e irse a la cama de una vez por todas, para poder culminar ese día de mierda cuanto antes. Así lo hizo, cerca de las nueve de la noche. Luego de cenar una generosa porción de puré de zanahoria con un jugoso filete de res, dio las buenas noches a los presentes en la cafetería, se dirigió a su habitación, tomó ropa limpia y luego entró a las duchas de damas, para tomar un baño con el agua lo más caliente posible. Sentía el cuerpo exhausto y la mente embotada, y los pasillos del ala antigua de aquel hospital estaban vacíos y silenciosos, salvo por el lejano retumbar de los truenos y el susurro del viento que se filtraba por las ventanas, haciendo que su ánimo decayera aún peor.
Veinte minutos después salió de las duchas solo vestida con su ropa interior y envuelta únicamente en la toalla, caminando con prisa rumbo a la habitación a oscuras. Al llegar, encendió la lámpara de la mesita de noche, haciendo que su luz amarillenta inundara la habitación, se quitó la toalla y se soltó el cabello, anudado en un rodete por encima de la nuca para evitar que se mojara con el baño. Tomando una percha del interior del armario, colgó la toalla contra el picaporte de la ventana, y abriendo las sábanas de la cama, se metió entre ellas dando un suspiro de cansancio. Sacó un brazo por fuera de las mantas, accionó el interruptor de la lámpara, y la apagó, cerrando los ojos para que el sueño la reclamase de inmediato.
Durmió apaciblemente al menos la mitad de la madrugada, solamente siendo iluminada de a ratos por los relámpagos que destellaban en el cielo y que parecían inundar el dormitorio fugazmente, atenuados por la toalla colgada en la ventana que oficiaba casi como una cortina a medias. Sin embargo, en un determinado momento algo la despertó. No supo definir como, pero bajo la pesada losa del sueño profundo, pudo sentir el crujido de las maderas del suelo en la quietud de la noche, rasgándole el descanso, y poniéndola en alerta.
Estaba boca arriba, y la lámpara de la mesilla de noche estaba encendida, podía darse cuenta de ello por el tenue resplandor amarillento y gastado que irradiaba, pero que titilaba de a ratos, como si estuviese luchando por mantenerse encendida. Una sensación de frío intenso recorrió su cuerpo, como si la temperatura en la habitación hubiera descendido varios grados abruptamente, y las mantas de su cama no fueran suficientes para abrigarla. Quiso mover un brazo para apagar la luz, pero sencillamente no pudo hacerlo.
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El legado de las sombras
Misterio / SuspensoLo que comenzó como un juego, terminó siendo una maldición. Esa noche de Ouija quedó grabada en la mente de Madison, aunque siempre intentó dejarla atrás. Sin embargo, los oscuros acontecimientos que antaño ocurrieron vuelven a atormentarla cuando e...