¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El castillo es grande e imponente; su fachada de mármol y sus grandes ventanales le dan un aspecto elegante. Su enorme y hermoso jardín te hace sentir en un cuento de hadas, además de estar adornado con delicadas fuentes y estatuas que agregan ese toque sofisticado al lugar.
Una fila larga de guardias reales e incluso sirvientes los esperaban en las escaleras de la entrada, todos alineados por su rango.
El príncipe estaba asombrado por el tamaño de su nuevo hogar, ya que el castillo de Sunset es tres veces más grande que el de Seaview. "Esta es la riqueza que tanto envidia mi padre", comprendió el joven.
—Querido, quizás veas algunas caras de confusión, pero no los culpes, se hablaba de una princesa — Nunew estaba preocupado por los sentimientos de Nat, no quería que se sintiera rechazado.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a ciertas miradas de desagrado; un par de miradas llenas de confusión no me lastimarán — Nat apretó su mano y le sonrió. Luego miró a Jessy buscando valentía; ella solo asintió feliz.
Se sentía un poco nervioso, pero gracias a la educación que recibió sabía exactamente lo que tenía que hacer o decir, así que inspiró profundo e intentó llenarse de valentía.
La puerta del carruaje se abrió. Max lo esperaba con su mano extendida y una enorme y preciosa sonrisa adornando su rostro. Respiró hondo nuevamente y la tomó, descendió del vehículo con gracia, tratando de recordar todo lo que estudió durante años. Caminó al lado de su futuro esposo con la cabeza en alto.
Zee, Nunew y los demás presentes estaban asombrados con la gracia y elegancia con la que caminaba Nat, digno de un emperador. Su belleza se elevó aún más debido a su confianza al andar; todos los sirvientes y guardias le reverenciaban, aunque algunos estaban confundidos con la presencia del joven.
Al entrar al castillo, caminaron directo al gran salón donde se encontraba el trono. Max ayudó a Nat a subir las pocas escaleras y se pararon frente a todos los sirvientes del castillo, los cuales los habían seguido hasta allí.
— Es un placer para mí presentarles a su Alteza Real, el príncipe Uareksit, mi prometido.
Se escucharon murmullos entre la multitud. Algunos sirvientes estaban enojados; esperaban a una princesa, sin embargo, apareció un príncipe. ¿Qué pasaría con la descendencia de la familia imperial? Se preguntaban.
—¡Silencio! — gritó Zee, haciendo callar a todos.
— Mi prometido es un hijo de la diosa Luna. Mi padre lo ha escogido para mí desde hace doce años, así que estoy sumamente feliz de al fin poder casarme con él. Deben respetarlo tanto como me respetan y veneran a mí, pues es el segundo al mando de esta nación y futuro padre de mis herederos.
Los sirvientes no podían creer lo dicho por su emperador; su molestia se transformó en felicidad: podrían servirle a un hijo de la diosa luna. Inmediatamente todos los presentes hicieron una reverencia.