7. De vida o muerte

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La salita, a primera vista, era bastante sencilla. Un salón-comedor como el de cualquier domicilio; con su mesa de madera oscura rodeada de sillas fabricadas a juego, su sofá y su butacón enfrentados al aparador de la televisión; todo rodeando una mesita baja de té abarrotada de objetos decorativos y, colgando de la pared, se veían varios cuadros en los que se veían paisajes y escenas fantásticas.

Sus nueve ocupantes vestían ropa normal, la que llevaría cualquier transeúnte —vaqueros, blusas, cazadoras o vestidos estampados en diversos colores—; pero, si alguien sabía mirar, los emblemas de cada Casa Mágica eran perfectamente detectables. Aquí un broche, allá una pulsera semi-oculta por una manga larga...

Las miradas de los cuatro recién llegados se cruzaron con las de los magos presentes, la mayoría oscuras y que no presagiaban nada bueno. Cora reprimió un escalofrío cuando los ojos color miel de Loreen Grey se cruzaron con los suyos, puesto que la dureza de los mismos era aterradora. Y, por enésima vez en aquella mañana, se preguntó hasta dónde se habían colado en aquella ocasión.

Cuando Marco y ella hubieron dado unos cinco pasos en el interior de la estancia, Beth cerró la puerta tras ellos con suavidad; adelantándose acto seguido para ocupar el centro exacto del salón.

—Ya estamos todos, por lo visto —suspiró, mirando a su alrededor.

Sandra, abrazada a Ray y semi-oculta por un alto estante de madera y mimbre, tragó saliva con fuerza. Aquella frase había sido la que había pronunciado Ruth antes de revelarles quiénes eran; por experiencia, una introducción nada esperanzadora.

—¿Alguien puede explicarme "exactamente" qué es lo que ha sucedido? —masculló Loreen muy despacio y remarcando el adverbio, como si su audiencia fuese estúpida.

Layla y Beth cruzaron una mirada significativa, ignorando el tono insultante. Al final, la primera resopló mordiéndose el labio.

—Siendo francas, no estamos muy seguras.

Las cejas de la otra joven se alzaron de manera elocuente y su novio se removió incómodo a su lado en el sofá.

—Entonces, ¿qué hacemos aquí? —preguntó con suavidad.

—Han agredido a Marco —repuso Davin con seriedad, adelantándose a sus compañeras—. Grinden, para ser exactos. Y hasta ahí la información de la que disponemos —añadió con acidez, sin despegar la vista del otro Hijo de Marte al comprobar que este alzaba las cejas con evidente escepticismo.

Por supuesto, en cuanto la joven dejó de hablar, la primera reacción que barrió los rostros de los otros tres americanos presentes fue de absoluta sorpresa, mezclada con cierto terror. Al final, la única que reunió suficiente valor para hablar fue Anya y lo hizo en forma de susurro casi inaudible.

—Pero, ¿quién ha podido invocarlos?

—Y, ¿para qué? —completó Jake, aunque la respuesta parecía obvia vistas las circunstancias.

—Eso nos preguntamos nosotras —repuso Andie, sombría—. Quién sigue teniendo interés en los Elementos como para traer de vuelta a unas criaturas tan repulsivas...

El desagrado que sentía fue claramente audible en sus tres últimas palabras, pero ninguno de los cuatro aludidos quería creer aquella posibilidad.

—Y, ¿si fuese una coincidencia? —aventuró Ray, tratando de aparentar una seguridad que no sentía ni de lejos—. Y si... No sé...

—¿Tan solo eligieron a Marco porque pasaba por ahí? —completó Beth con bastante más dulzura de la que su protegido esperaba—. Es una posibilidad; pero, teniendo en cuenta todo lo que sucedió hace dos años, no es nuestra primera sospecha.

El Poder de la Oscuridad (Los Hijos de los Dioses #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora