15 de marzo

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Narra Margarita

No había nada más doloroso que ver a la gente sufrir, pero peor era si vos sos la causa de ese sufrimiento. Y yo que detestaba que las personas lloren, me sentía la más culpable de todas.

Todo pasó en cuestión de segundos. Mi cuerpo no respondía ante las circunstancias. No solo era el beso, sino que un millón de preguntas que me hice en un mismo instante.
Por otro lado, una vez que me di la vuelta, pensé que la puerta era lo suficientemente angosta para escapar por un momento, pero ahí se encontraba una de mis personas favoritas: Daisy. Ella no salió corriendo, ni puso mala cara, solo se fue. Además de sufrir por lo que había visto, sufría porque debía esconder aquello que sentía.
¿Para qué lado corría? ¿A dónde me escapaba?
¿Le decía a Pipe que no era mutuo y le rompía el corazón? ¿O iba con Daisy a aclararlo todo?
Siempre tenía alternativas de solución, casi nunca me sentía encrucijada, pero ahora estaba perdida en el laberinto de mi cabeza.

"Haditas, ¿qué puedo hacer?", pensé inmediatamente.

—Pipe—sabía que mi rostro no podía ocultar la lástima que sentía en ese momento—Necesito tener una conversación sobre esto—él me veía con vergüenza, como si quisiera llorar—Pero no puede ser ahora mismo—cerré mis ojos unos segundos y tomé aire.

Me daba terror acercarme a ella, a la chica que tanto quería con el corazón.
Daisy se convirtió en mi mejor amiga sin necesidad de que pasen meses o años. Teníamos una conexión tan especial, que todo lo que ella sentía, yo también podía sentirlo. Era sensible con todo lo que la rodeaba y por supuesto que con ella misma también. Siempre se preocupaba por todos, aunque tuviese la vida resuelta. Estaba dispuesta a romper su burbuja con tal de descubrir nuevos mundos. Y el amor que le daban no era para menos, muy merecido, de hecho. Razones como estas y más, me hacían sentir una completa traidora, aunque no haya sido mi intención en lo absoluto.

Di tres toquecitos.

"Pase", dijo desde su cuarto.

—Dai—entré lento, con temor a lo que se avecinaba.
La verdad prefería quedarme parada, a menos que ella me pidiese lo contrario.

—No es tu culpa, Margarita—ella acababa de llorar. Sus ojos estaban rojos—Dentro de mí sabía que él gustaba de vos. La forma en la que te protege, cómo te mira, cómo se expresa de vos—jugaba con la funda de su almohada.

—Si no me moví fue porque estaba helada, no sabía si era mi imaginación o realmente estaba pasando. Disocié de la realidad—expliqué con un poco de desesperación en mis palabras.

—Lo sé, sé que no mentís con tu tema de estar confundida con esos otros chicos—suspiró—Y aunque gustaras de él, yo no podría hacer nada. No puedo hacer nada—la miré y me acerqué a ella.

—No digas eso—me agaché y tomé sus manos—Pipe está acostumbrado a mí, dudo que lo que sienta sea enamoramiento. Ahora que te conoce, siento que podés gustarle, capaz que incluso podría estar confundido—tragué saliva—Pero vos lo tenés todo, y no me refiero a lo material—suspiré—Tenés todo para que alguien te ame igual o más de lo que vos podés, Dai. Tenés de los corazones más buenos y dulces que conozco, y ni qué decir de lo hermosa que sos. Además... quién no se enamoraría de esos ojazos tuyos—pude animarla un poquito más porque ligeramente sonrió—Pipe necesita pensar y aclarar su mente. Luego, no te preocupes porque con Margarita Martinez de cupido todos tus sueños amorosos se vuelven realidad—le saqué una risita.

—Ay, Mar—limpió una lagrimita—Tampoco quiero seguir ilusionándome tanto—me senté a su lado.

—No, pero el amor también sabe esperar, y si no es por ahí, te podemos buscar otro galán, ¿qué decís?—me abrazó.

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⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

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