Flikiti

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Narra Margarita

Apenas abrí un ojo, sentí un peso en el hombro izquierdo. Por un momento pensé que estaba en plena parálisis de sueño, pero no, era nada más y nada menos que...

—¡Pipe! ¡¿Pero qué hacés acá?!—al comienzo no lograba entender muy bien la situación y le tiré un almohadazo.

—Buenos días—me abrazó y me dio un besito en la frente.

—Ay, Pipón—me lancé a abrazarlo de vuelta—Disculpáme, es que a esta hora mis cables están todos enredados y casi casi que hago cortocircuito—me puse de pie—¿Y Mercedes? Te va a matar, y a mí me mata Delfina—apreté mi sien.

—Vos tranqui, que ya tengo todo bajo control—masajeó mis hombros.

—¿Y los nenes?—pregunté preocupada.

—Resulta que tus haditas sí funcionan y hoy Mercedes se levantó de tan buen humor que les dio cereal de desayuno—

—Bueno, pero igual cada tanto hay que ir a visitarlos que la bruja capaz que les tira un hechizo—asintió y su estomago rugió—Mi vida, tenés hambre—hizo puchero.

—Y no me pueden ver—apreté su mejilla.

—Vos acomodáte que en un pestañeo te traigo toda la refri—se volvió a sentar—Quedáte aquí que ya vengo—y antes de bajar, supuse que su mano me detuvo.

—Mar—

—Decíme—

—No aguantaba la idea de despegarme de vos ni un segundo—me abrazó tan fuerte que mi corazón se apachurró.

—Nunca voy a dejarte—

Y como ya conocía muy bien este laberinto laberintoso, fui directita a la cocina. Sin embargo, alguien ya estaba en acción.

—¡Santo cielo!—la mujer de atuendo real casi tira los platos que llevaba con ella—¿Quién sos vos?—estaba infartada la pobre.

—Soy Margarita—le extendí mi mano con una gran sonrisa—Oh y disculpe mi desfachatez—hice una mueca—Es que a esta hora mis rulitos andan todos descuajeringados y no puedo pelear contra ellos—su cara comenzó a relajarse.

—No, pero si sos bellísima, Margarita—me devolvió el saludo—Yo soy Ada—abrí mis ojos de par en par.

—¡Sos Ada!—di un saltito—Claro, es que Daisy me contó de vos—ahora ladeó su cabeza.

—Pero, ¿Daisy tiene amigas allá afuera? no me dijo que haría una pijamada ni-

—Oh, no no no—interrumpí—¿Cómo decirle?—rasqué mi nuca—Técnicamente Delfi me trajo al hogar, o sea que es mi tutora legal y bueno, aquí ando—suspiré.

—¿Cómo dijo?—me miró confundida.

—Yo puse esa misma cara cuando me pidió que viniera con ella—me reí—Fueron cuestión de... un par de horas para que tome esa decisión tan importante, porque no cualquiera trae a un desconocido a su casa—expresé—Igual y no voy a chorrear ni nada, eh—ahora parecía buscar algo en mi mirada, como Delfina ayer.

—¿Margarita cómo?—me preguntó muy metida en sus pensamientos.

—Margarita Martinez—volví a sonreírle.

—Es que me parece que en algún lugar la he visto—comenzó a servir el desayuno.

—Bueno, he viajado por tutto il mondo—copié su acción—¿No quiere que prepare mi especialidad?—

—Bueno, preciosa Margarita, yo solo sigo el menú que la señora Delfina me envía, pero si quiere salirse de esa línea... no creo que haya problema—me hizo un ademán, señalando el refrigerador.

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