Corazón con agujeritos

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Narra Margarita

Si nada mejoraba, yo seguía buscándole el lado bueno. Una, dos, tres veces si eran necesarias para ver más allá de la neblina. No me rendía, no podía.
Tenía mis motivos para agradecer, y ya no solo era Pipe, también estaba Ada, Delfi, Daisy, Merlín y los demás chicos con los que comenzaba a relacionarme y a crear lindas memorias. Por ejemplo Mei.
La chica era talentosísima, aunque a veces se agotaba y perdía fuerzas, era alguien que luchaba por sus sueños y no se dejaba caer por las negativas que encontraba en el camino. Ella volvía todo un baile. Además, era re dulce y atenta. Junto con Daisy, éramos como las tres mosqueteras. Hacíamos un buen grupo. Y por supuesto que no me olvido de Zeki. También era alguien con quien nunca faltaban las risas en las conversaciones o en los ensayos, ¡en todos lados! Ofrecía consejos buenísimos sobre la vida y también sobre la moda. Era cuestión de dejarle todo en sus manos y confiar, porque te aparecía con unas piezas increíbles para modelar. Digamos que el grupo ideal de amigas, sin contar a los muchachos.
Pipe... no tengo que decir nada de él, porque es mi mejor amigo y ese par de palabras resumían todo ese amor y confianza que le tenía.
Otto era una de las personas más confiables y maduras que había conocido. Era re dulce y siempre te hablaba desde perspectivas distintas, como si fuese una especie de papá. La verdad es que con él se aprendía muchísimo. Aprender también con Romeo. Roma, como también lo llamamos, es auténtico e inspirador. Tiene arte en las manos y verdad en la boca. Aunque esto último a veces nos jugaba un poco en contra, en cuanto a guardar secretos, claro. Sin embargo, él le añade ese toque que todos necesitamos en nuestras vidas. Tal vez nunca veamos el mundo a través de sus ojos, por más comprensión que se alcance, pero lo que sí sé es que tenerlo cerca era como tener un ángel de la guarda.
Con Sasha revivía aquella edad, no muy lejana, en la que los sueños están mucho más frescos. Es la etapa en la que no tenés que recordarte constantemente que podés, porque a esa edad sabés que de un salto volás al cielo si querés. Tenía su lado coqueto, pero si dejabas de subestimarlo y te sentabas a conversar con él, de igual a igual, era casi como caminar en el inicio de la adolescencia. Dan ganas de decirle "no transités por aquí o por allá", pero caerse es parte del aprendizaje por más advertencias y señales que le pongas. En efecto, todos somos muy distintos, pero todos teníamos un mismo sueño.
En cuanto a Merlín...
No podía negar que no estaba segura de lo que sentía por él. Habían muchos secretos que su mirada escondía perfectamente, pero estas haditas mías me hacían lucesitas, y aunque no es alguien malo, no terminaba por convencerme en avanzar con él. Aún así, tenía la ilusión toda atragantada.

—Sé que me dijiste que no dos veces, pero dicen que la tercera es la vencida, so—llegué con mi libreta de composiciones.

—Dame paciencia—dijo mirando hacia el cielo.

—¿Todavía no aflojás?—me senté en la banca.

—Creo que fui bastante claro, Mar—Rey seguía con esa carita de perrito rabioso, pero no atacaba.

—No hay nadie más—suspiré.

—¿Y si lo hubiese?—se sentó frente a mí.

—Otro sería el caso—lamí mis labios—No lo veamos como algo personal... cumplamos con esto y ya está, se acabó si eso querés—él negó mirando el concreto del suelo.

—¿No oíste lo que dijo Delfina? Vamos a quedar mal si lo dejamos solo como responsabilidad. Probablemente nos descalifique—fruncí mi ceño.

—De todas formas podría hacerlo. Ya diste por sentado que trabajemos aparte y eso no fue lo que dijo—tiré mi cabeza hacia atrás—Hasta ahora no entiendo qué fue lo que hice mal—lo miré a los ojos.

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