El sol apenas se asomaba en el horizonte cuando las primeras sombras comenzaron a aparecer en el palacio. La noticia de la cercanía entre Kuroo y Kenma, aunque cuidadosamente mantenida en privado, había empezado a filtrarse por los pasillos del castillo. Los rumores, como serpientes en la oscuridad, se deslizaron entre sirvientes y nobles, hasta que llegaron a oídos de los consejeros del rey.
Kuroo lo había anticipado. Había esperado que la aceptación de su padre apaciguara cualquier resistencia, pero parecía que algunos miembros de la corte tenían sus propias opiniones. Uno de sus consejeros más antiguos, Lord Hisashi, pidió una audiencia privada con el rey. Era un hombre de ideas rígidas y valores conservadores, alguien que había servido a su padre con lealtad y que siempre buscaba lo mejor para el reino, pero de una manera calculadora y fría.
—Majestad, he venido a discutir algo de suma importancia —dijo Lord Hisashi al entrar en la sala del trono, donde Kuroo se sentaba revisando unos documentos.
Kuroo levantó la vista, ya adivinando el tema que el consejero deseaba tocar. Sin embargo, lo invitó a hablar con un gesto de la mano.
—He escuchado ciertos… rumores, mi señor, acerca de su relación con el hijo del poeta —continuó Lord Hisashi, el tono de su voz frío y desaprobador—. Aunque no acostumbro a prestar atención a los chismes, considero mi deber aconsejarle que este tipo de unión podría ser perjudicial para la imagen de la corona.
Kuroo sintió cómo un leve enfado empezaba a crecer en su pecho, pero respiró hondo, tratando de controlar sus emociones. Miró a su consejero con la firmeza de un rey que sabía lo que quería.
—Aprecio tu preocupación, Lord Hisashi, pero Kenma no es solo el hijo de un poeta. Es alguien en quien confío profundamente, alguien que ha sido mi apoyo y mi amigo desde la infancia. No puedo ni quiero ignorar lo que él significa para mí.
—Con el debido respeto, majestad, una relación de esa naturaleza, sin importar los sentimientos que pueda tener, puede resultar en una debilidad visible para nuestros enemigos. Los nobles ya murmuran, y algunos incluso consideran que podría hacer que la corte pierda el respeto hacia su reinado. Es un riesgo que no podemos ignorar.
Las palabras de Hisashi eran frías, casi calculadoras, pero tenían una pizca de verdad, y Kuroo lo sabía. Sin embargo, el solo pensamiento de alejarse de Kenma por las expectativas de otros le parecía una traición no solo a su amigo, sino también a sí mismo.
—¿Sugieres que sacrifique mi felicidad y mi tranquilidad solo por mantener una fachada de fortaleza? —replicó Kuroo, con la voz teñida de un tono desafiante—. Un rey fuerte no es aquel que se esconde detrás de apariencias, sino aquel que muestra valentía al ser fiel a sí mismo y a quienes ama.
Hisashi suspiró, viendo que su mensaje no iba a calar con facilidad en el joven monarca. La relación entre Kuroo y Kenma iba a ser un desafío, y el consejero sabía que, si no se hacía algo, podría volverse un tema de constante debate en la corte.
—Majestad, le ruego que considere las consecuencias. Este reino está observándolo, y cualquier paso en falso podría afectar no solo su imagen, sino también la estabilidad del gobierno. Hay quienes están dispuestos a cuestionarlo y aprovechar cualquier oportunidad para sembrar dudas en el pueblo.
Kuroo mantuvo la calma, pero un leve temblor en sus manos traicionaba su enojo. Quería gritarle a Hisashi que no entendía lo que Kenma representaba para él, que era mucho más que una simple relación. Pero sabía que su posición le exigía templanza.
—Agradezco tu consejo, Lord Hisashi, pero esta decisión ya ha sido tomada. Si la corte o los nobles desean poner en duda mi liderazgo por algo tan personal, entonces que así sea. No permitiré que el reino dicte lo que mi corazón siente.
Lord Hisashi asintió lentamente, pero no sin una mirada preocupada en su rostro. Se despidió con una reverencia y abandonó la sala, dejando a Kuroo solo.
Al salir, Hisashi pasó junto a Kenma, que se encontraba esperando en el pasillo. No pudo evitar mirarlo con una mezcla de desaprobación y lástima antes de irse. Kenma, que había escuchado partes de la conversación, se sintió inquieto. Entró en la sala y encontró a Kuroo con la mirada fija en el suelo, sus manos apretadas en puños.
—Kuroo… ¿estás bien? —preguntó Kenma, acercándose con cautela.
Kuroo levantó la mirada, y cuando vio a Kenma, su expresión se suavizó. Pero en sus ojos aún brillaba una mezcla de ira y tristeza.
—Están diciendo que nuestra relación es un problema —confesó Kuroo en voz baja, sintiendo que, en aquel momento, Kenma era la única persona en la que podía confiar completamente.
Kenma bajó la mirada, sabiendo que este tipo de situaciones podrían ser una carga para ambos. Pero aún así, le sonrió con suavidad.
—Si crees que mi presencia te pone en peligro, o hace que tu vida sea más difícil, puedo… puedo alejarme.
La propuesta de Kenma, aunque hecha en tono suave, desgarró el corazón de Kuroo. En un impulso, lo tomó de las manos y lo miró directamente a los ojos.
—No vuelvas a decir eso, Kenma. No quiero que te alejes. Eres la única persona que me da paz en medio de todo este caos, y no puedo soportar la idea de perderte. Que hablen, que murmuren… No me importa. Te quiero aquí, a mi lado.
Kenma lo miró, conmovido por las palabras de Kuroo, pero también consciente de los sacrificios que eso podría implicar. Con una ternura inesperada, levantó una mano y la colocó en la mejilla de Kuroo, acariciándola suavemente.
—Entonces, aquí estaré —dijo, su voz firme y llena de promesas—, pase lo que pase.
En ese momento, mientras se miraban a los ojos, ambos comprendieron que estaban dispuestos a enfrentar cualquier tormenta que se avecinara, sin importar cuán fuertes fueran los vientos de la adversidad.

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The King's Fiancé
FanfictionEl joven rey Kuroo debe casarse por el bien de su reino, pero su corazón ya tiene dueño: Kenma, su mejor amigo y el hijo del poeta del palacio. ¿Podrá desafiar las normas para seguir lo que realmente siente?†