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—Shh, esta bien. Estoy aquí, ¿sabes? —susurró Taehyung, su voz tan suave como una caricia.

Jin negó, luchando con las lágrimas que ya rodaban en sus mejillas. —Nada está bien... yo... —su voz se quebró, llena de dolor—. No hay nada bueno en mí. Soy... terrible.

Taehyung lo apartó ligeramente para mirarlo. Sostuvo su rostro entre sus manos, y, con suavidad, secó las lágrimas que brotaban de sus ojos oscuros, grandes y profundos, brillaban en un tono café oscuro, tan profundos como el otoño en una noche estrellada.

Miro su rostro con cariño. Las cejas espesas que enmarcaban sus ojos como un refugio, la curva suave de sus labios entreabiertos, aquellos labios regordetes que temblaban. Sus mejillas, de un rosado cálido, y la pequeña nariz respingona, enrojecida por le llanto, todo en él irradiaba una inocencia tan pura que a Taehyung le dolía verlo sufrir, verlo inseguro de sí mismo.

Taehyung apoyó su frente contra la de Jin, cerrando los ojos por un instante.

—Eres perfecto... —susurró Taehyung, su voz temblando—. No hay nada de ti que no ame. ¿Por qué no lo ves? Para mí... eres todo, Jin. Eres suficiente. Nunca, nunca pienses lo contrario.

Jin cerró los ojos, sintiendo como el amor incondicional de Taehyung lo rodeaba, como un abrigo cálido en una noche de invierno.

El pelinegro miró a la ventana y se dio cuenta de que el cielo ya estaba oscuro. Se volvió hacia Jin, que seguía con los ojos cerrados, envuelto en el silencio de aquel instante.

—¿Quieres ir arriba? —preguntó, en voz baja.

Jin abrió los ojos lentamente, mirándolo, algo confundido. Pareció pensarlo, pero antes de que pudiera decir algo, el pelinegro ya estaba de pie, rebuscando en el perchero de la habitación hasta encontrar dos abrigos. Sin preguntar, colocó uno sobre los hombros anchos de Jin y luego se puso el suyo, lanzándole una mirada cómplice.

Ambos se deslizaron hacia la puerta de la habitación, sus pasos silenciosos sobre el suelo frío. Sabían que Jimin, pasaría de nuevo a hacer una ronda, así que salieron del pasillo con cautela, asomándose antes de asegurarse de que no había nadie.

Cuando vieron que el pasillo estaba despejado, comenzaron a avanzar, conteniendo la risa nerviosa que sentían.

Al llegar a la puerta de daba a la escalera, Taehyung giró la perilla con cuidado, y ambos de escabulleron dentro. La escalera estaba en penumbra, iluminada con las luces de emergencia que parpadeaban. Subieron los escalones en silencio.

Finalmente, llegaron a la última puerta, la puerta daba acceso a la azotea.

Estaba cerrada con llave, pero Taehyung, con una sonrisa cómplice, sacó de su bolso una tarjeta de acceso que había tomado discretamente de la estación de enfermería. Pasó la tarjeta por el lector y la puerta se abrió con un clic suave.

Al cruzar el umbral, Taehyung empujó la puerta y, antes de cerrarla, miró a su al rededor en busca de algo que pudiera trabarla. Encontró una pequeña maceta de emergencia en un rincón, de esas que se usan para sostener puertas en caso de incendio. Con cuidado, la colocó en el marco para evitar que se cerrara por completo, asegurándose de que nadie lo cerrará accidentalmente.

*****

Una vez en la azotea, el aire fresco de la noche los envolvió, y Jin inspiró profundamente. Ambos trataron de recuperar el aliento.

Aunque era Taehyung quien jadeaba más, notando con una ligera sonrisa que cada día le costaba más subir las escaleras.

Aún así, allí estaban, juntos, apoyados en la barandilla, mirando la cuidad extendida bajo de ellos como un manto de luces que se perdía en el horizonte.

—¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? —preguntó Taehyung, su voz impregnada de nostalgia que trajo una suave sonrisa en su rostro.

Jin sonrió. —Queríamos matarnos.

Taehyung río, una risa suave y cálida. —Sí, suena tan sencillo decirlo ahora, ¿no? Pero en ese momento... era tan doloroso —sus ojos se perdieron en el horizonte, como si buscara algo en las luces lejanas—. Todo parecía difícil.

Hace solo tres meses, ambos habían coincidido en la misma azotea, en la misma noche. Y justo cuando parecía que la oscuridad iba a consumirlos, sus caminos se cruzaron. Ninguno de los dos habría imaginado que aquel encuentro cambiaría sus vidas.

Jin bajó la mirada hacia sus manos, respirando hondo antes de susurrar. —Gracias, Tae. Si no fuera por ti... —las palabras salieron como un suspiro, cargadas de emociones—. Si no fuera por mi hermano, por mi mejor amigo, incluso por Jimin... diablos, yo... —sus voz se quebró, y sus ojos se llenaron de lágrimas—. No tendría razón para vivir.

Taehyung lo miró en durante un momento, dejando que Jin descargara esas palabras que parecían atoradas en su pecho. Luego, esbozó una sonrisa cálida y lo abrazó con fuerza.

—Jin, ¿sabes algo curioso? —dijo Taehyung, con una suave sonrisa, buscando que Jin lo mirara—. Siempre he creído que las personas que más sufren a veces son las que tienen más para dar. Porque de alguna forma, en el dolor aprendemos a mirar a los demás. Y a veces... nos olvidamos de vernos a nosotros mismos.

Jin frunció el ceño, escuchando cada palabra con atención.

—Sabes, Jin —dijo Taehyung, con una ternura que parecía envolver cada rincón del alma del castaño—. La verdad es que no estás aquí solo por nosotros. Por ti hermano, por tu mejor amigo, por Jimin o por mí. Estás aquí porque, en el fondo, hay algo en ti que quiere salir adelante. Algo que aún se aferra a que puedes superar esto, que puedes mejorar en todo.

Jin tragó saliva, sintió que sus lágrimas empezaron a caer de nuevo, pero esta vez no era de tristeza. Las palabras de Taehyung lo abrazaron con una verdad que intentó ignorar.

—Y sé que a veces te cuesta verte a ti mismo, verte bien, verte... perfecto. Pero, ¿sabes? Todos los días me enamoro un poco más de quién eres, de tus ojos, de tu sonrisa, de lo mucho que te importa el mundo. Y, algún día, Jin... ojalá tú también te enamores de ti mismo, porque eres digno de todo el amor que das...

Las lágrimas corrían por el rostro de Jin, pero sus labios formaban una pequeña sonrisa.

Continuara.

𝐒𝐢𝐜𝐤 𝐥𝐨𝐯𝐞ᵀᵃᵉʲⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora