Hay pocas cosas en la vida que me hacen sentir en calma.
He mantenido un ritmo tan acelerado que realmente no sé cómo ni cuándo parar. Me mente se vuelve tan frenética que no logro seguir el hilo de mis pensamientos y mi boca se mueve más rápido de lo que mi cerebro es capaz de procesar.
Estoy en constante funcionamiento incluso cuando trato de descansar.
Por eso, hay pocas cosas que me hacen sentir en calma... que me hacen parar.
Pueden ser muy ridículas o muy comunes. Algunos me miran extraño cuando las comparto, como si eso realmente no tuviera la validez suficiente como para considerarse ''relajante''.
A veces es un abrazo de esa persona. Aspirar su aroma y escuchar su corazón. Que me hable de cosas que, aunque no entiendo, puedo relajarme como si me contara el mejor cuento de hadas del mundo.
Otras veces es una canción que puedo disfrutar. No tiene que ser mi favorita, ni siquiera me tengo que identificar. Simplemente que pueda disfrutar en ese momento.
Muchas otras es el atardecer mientras me dejo guiar por el transporte público.
Justamente cuando el conductor va en paz, cuando las ventanas dejan entrar la brisa fresca y el sol se posa a la altura ideal para mantener mi cuerpo tibio. Ocupar un asiento. El silencio de los pocos ocupantes del camión y una buena canción en mis audífonos. Ese momento, ese fragmento de vida me hace sentir en calma porque verdaderamente nada está mis manos.
No debo decirle al conductor donde girar, no puedo subir o bajar la temperatura de la ciudad. Simplemente disfrutar ese momento.
¿Será muy poco? ¿Será suficiente? No lo sé, y realmente no me importa si es muy precario para otros. Ese es mi momento de paz. Es cuando mi mente por fin frena y solo veo el cielo rosado. Cuando puedo cerrar los ojos sin tener que pensar en lo que tendré que hacer más tarde.
Es ese fragmento de vida que me complace disfrutar, y que sería un delito no hacerlo.
Para alguien que vive en constante movimiento y teme que en cualquier segundo su mente se doblegue ante las presiones del día, un solo momento de paz y calma puede ser suficiente. Puede ser incluso decisivo.
Para alguien que se siente ahogado entre tantas palabrerías que se quedaron atoradas en su garganta, ese segundo en especial por fin le pueden dar el tiempo para respirar.
Es muy normal escuchar: Bah, solo deja de pensar. Pero si realmente pudiéramos hacer eso, entonces hace mucho habríamos entrado en modo reposo. Habríamos silenciado nuestras mentes o habríamos corrido lejos de todo, pero ¿A dónde vas si lo que te comprime eres tú? Por eso es que tenemos el derecho de frenar; de parar; de disfrutar aunque sea un segundo antes de volver a nuestro ritmo frenético.
Por eso tengo el derecho a disfrutar de una buena buena canción al atardecer en el transporte público.
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Cuentos que no quiero perder
RandomSerie de cuentos que he escrito y me gustan los suficiente como para querer compartirlos con los demás. Aquí encontrarás de todo un poco. Habrá romance, suspenso, terror, reflexión, y demás. Gracias por darles una oportunidad y de ser parte de ti po...