La Descarga

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El reloj marcaba las 7:13 de la tarde, y el sol se ocultaba lentamente detrás de los edificios grises que rodeaban el dormitorio de Sara. Ella estaba tumbada en su cama, sosteniendo su teléfono. Había pasado toda la tarde revisando los mismos mensajes en WhatsApp, viendo cómo las historias de sus amigas mostraban un mundo al que sentía no pertenecer. Reuniones en cafeterías, risas en grupo, y ella, en su cuarto, preguntándose si alguien notaría su ausencia.Con un suspiro, abrió la tienda de aplicaciones. En la pantalla destacaba una nueva recomendación: "Instagram", una red social que prometía "compartir tu mundo en fotos". Lo había escuchado antes, pero hasta ahora no le había interesado."¿Por qué no?", murmuró, más para romper el silencio que para convencerse a sí misma. Un par de clics después, el ícono brillante estaba en su pantalla de inicio, y ella empezaba a explorar.La aplicación era sencilla pero cautivadora. Al principio, solo subió una foto de su gato durmiendo junto a una planta. Sin saber qué escribir, simplemente puso: "Lunes perezoso". No esperaba nada, pero en menos de una hora la publicación tenía tres "me gusta". Uno de ellos era de un perfil llamado "SombrasUrbanas".No tenía foto de perfil ni publicaciones, solo un fondo negro en la imagen destacada y una biografía que decía: "La vida está en los detalles que nadie mira". Un escalofrío recorrió su espalda, pero pensó que era un perfil más, como tantos otros."¿Te gusta la fotografía?" leyó en su bandeja de entrada. Era un mensaje privado de ese perfil. Sara frunció el ceño. No tenía idea de quién era, pero la pregunta no sonaba amenazante."No mucho, solo estoy probando la app"  respondió después de unos minutos, mientras acariciaba a su gato con la otra mano.El mensaje de respuesta llegó casi de inmediato:"Se te da bien. La foto tiene algo... especial."Sara sonrió sin querer. Nadie le decía cosas así. La conversación terminó ahí por esa noche, pero durante los días siguientes, los mensajes de "SombrasUrbanas" se volvieron habituales. No eran invasivos, siempre educados, casi filosóficos: pequeñas preguntas sobre sus gustos, recomendaciones de canciones, comentarios sobre el clima o fotos que compartía en su cuenta.El mundo de Sara, antes monótono, empezaba a parecer un poco más brillante.

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