Entre las sombras del miedo

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Sara no sabía cuánto tiempo había pasado. No podía ver más allá de las paredes de la furgoneta, y la oscuridad había comenzado a apoderarse de su mente. Su respiración se aceleraba y su cuerpo temblaba. Los hombres que la habían secuestrado no decían nada. Solo estaban allí, como sombras que se deslizaban por la furgoneta, haciendo que el aire se volviera denso y pesado.

Miró a Álex, quien estaba sentado en el asiento delantero, mirando hacia el frente, impasible. Ya no era el chico amable y dulce que ella había conocido. En ese momento, parecía un completo extraño. El dolor en su pecho se intensificaba con cada segundo. ¿Cómo había llegado a esto?

"¿Dónde me estás llevando?" Sara rompió el silencio, su voz temblorosa, pero llena de rabia.

Álex no se giró ni un segundo. Su mirada estaba fija en la carretera, sin inmutarse ante el grito de la chica. Parecía no tener intención de responder. Sara lo observaba, sintiendo que su furia crecía cada vez más. "¡Responde!"

Él, finalmente, habló. "A un lugar seguro, Sara. No te preocupes."

El tono de su voz era frío, distante. Su respuesta no la tranquilizó, sino que aumentó la angustia que sentía. ¿A un lugar seguro? ¿Seguro para quién?

No entendía nada. Todo lo que había creído, todo lo que pensaba saber sobre Álex, parecía desmoronarse ante sus ojos. "¿Por qué me haces esto, Álex? ¿Por qué?" susurró, como si las palabras pudieran darle alguna respuesta que le diera paz. Pero la respuesta nunca llegó.

Sara intentó hacer memoria de lo que había pasado en las últimas semanas. Las conversaciones con Álex, sus dudas, las pequeñas cosas que no cuadraban... ¿Había sido esto lo que siempre estuvo planeando? ¿Había estado manipulándola todo este tiempo? O quizás había algo mucho más grande en juego, algo que no podía ni imaginar.

La furgoneta giró en una calle desierta, alejándose de la ciudad y metiéndose por caminos sin luz. Las luces de los faros iluminaban un terreno vacío y árido, una zona industrial que parecía deshabitada. Sara sintió que algo estaba mal, muy mal. El miedo comenzó a apoderarse de ella con más fuerza, pero no podía dejarse llevar. "Mantén la calma, Sara. Tienes que pensar."

De repente, la furgoneta frenó en seco. Los hombres se levantaron rápidamente de sus asientos y abrieron las puertas traseras con fuerza. Sara no tuvo tiempo de reaccionar. La empujaron hacia afuera, y el frío aire de la noche la golpeó con violencia.

Estaba en un terreno vacío, rodeada de edificios deteriorados que parecían abandonados. No había señales de vida, no había nadie alrededor. Solo silencio. "¿Dónde estoy?" susurró, pero nadie la escuchó. Nadie parecía importarle.

Álex apareció detrás de ella, caminando con tranquilidad. "Este es el lugar," dijo, mirando el espacio desolado que los rodeaba.

Sara intentó dar un paso atrás, pero uno de los hombres la sujetó por los brazos. No podía moverse. "¿Qué vas a hacer conmigo, Álex?" su voz sonó más desafiante de lo que se sentía.

Álex la miró por un momento, y sus ojos mostraron algo que Sara no había visto antes: determinación. "Te voy a mostrar la verdad, Sara. La verdad de lo que realmente está pasando aquí."

"¿La verdad?" Sara se burló, sintiendo cómo el terror comenzaba a transformarse en furia. "¿Y cuál es esa verdad? ¿Que todo lo que viví contigo fue una mentira? ¿Que todo lo que pensaba que conocía sobre ti no era más que una fachada?"

Álex dio un paso hacia ella. "No es tan sencillo, pero si quieres saberlo... te lo contaré."

Sara no podía creer lo que escuchaba. ¿Acaso Álex pensaba que iba a perdonarlo? "¿Crees que me vas a convencer con palabras? No me importa lo que tengas que decir. Déjame ir, Álex. ¡Te lo ordeno!"

El silencio volvió a invadir el espacio. En ese momento, algo dentro de Sara cambió. Ya no podía permitir que las cosas siguieran así. "¡Déjame ir!" gritó, luchando con todas sus fuerzas, tratando de zafarse de los hombres que la sostenían.

Álex no reaccionó de inmediato, pero sus ojos se oscurecieron. "Eso no va a pasar, Sara." Su voz sonó más fría que nunca.

En ese instante, una sensación de desesperanza invadió todo su ser. No sabía qué esperar, no sabía qué iba a pasar a continuación, pero lo que sí sabía era que el hombre frente a ella no era el que había conocido, ni mucho menos el que había amado. El chico amable que le prometió protegerla había desaparecido. Ahora, había algo mucho más oscuro en él, algo peligroso.

La Trampa VirtualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora