Sombras del Pasado

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Sara no podía quitarse de la cabeza lo que había pasado en los últimos días. Aunque había intentado mantener la calma, una ansiedad persistente le llenaba el pecho cada vez que pensaba en Álex. Algo estaba cambiando entre ellos, pero no sabía si era él, o si simplemente estaba empezando a ver cosas que antes no había notado.

El teléfono sonó en la mesa junto a ella. Era un mensaje de Álex, como siempre.

Álex: "¿Todo bien? Llevo días sin saber de ti, Sara."

El tono de la mensaje era siempre el mismo: preocupado, cariñoso, como si no hubiera pasado nada entre ellos. Pero Sara ya no podía ignorar esa sensación inquietante que tenía cuando él le escribía. Parecía saber demasiado sobre su vida, sobre sus movimientos, y eso la estaba empezando a asustar.

Sara: "Sí, todo bien. Solo estoy ocupada."

Esa fue su respuesta. Cortante, breve. No quería seguir engañándose. Cada vez que lo veía o hablaba con él, se sentía más atrapada, como si hubiera algo oscuro acechando detrás de esa fachada de novio protector.

Esa tarde, al llegar a casa, encontró una carta debajo de su puerta. No era una carta normal; era una carta sellada, con una letra que no reconoció. Al abrirla, leyó las palabras que cambiaron todo:

**"Sara, si realmente te importa Álex, necesitas saber la verdad. Está controlando todo en tu vida, incluso lo que crees que es libre. No es quien dice ser. La próxima vez que decidas ver a alguien más, no te olvides de lo que realmente está pasando."

"Firma: alguien que aún te está observando."

Sara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La carta cayó de sus manos, y por un momento no supo qué hacer. No podía dejar de pensar en las palabras: "está controlando todo en tu vida". De alguna manera, todo empezaba a encajar en su cabeza, pero aún no podía creerlo. ¿Era posible que Álex realmente estuviera manipulando todo lo que ella pensaba que era una relación normal?

"No te dejes engañar," se dijo a sí misma, mientras intentaba mantener la calma. Pero esa noche, la ansiedad la perseguía. Las sombras de su habitación se alargaban a medida que el silencio la envolvía, pero su mente no podía descansar. La carta seguía pesando en su interior, como una verdad no dicha que se negaba a ser revelada.

A la mañana siguiente, Álex le envió otro mensaje. Esta vez era más insistente, casi como si estuviera ansioso por algo.

Álex: "Sara, ¿te pasa algo? No me estás respondiendo. ¿Podemos hablar?"

Sara miró el mensaje, pero no respondió inmediatamente. El recuerdo de la carta la mantenía en vilo. Decidió que no lo llamaría, ni lo buscaría. Necesitaba pensar. Pero en el fondo, algo le decía que si se alejaba un poco más, las consecuencias serían peores.

Mientras tanto, Álex no estaba dispuesto a quedarse quieto. Esa tarde, se presentó en su casa. No la había llamado, no le había avisado. Simplemente apareció, como siempre lo hacía, con una sonrisa en el rostro, intentando ocultar la tensión que se sentía en el aire.

"¿Por qué no me has contestado?" dijo, con un tono que mezclaba preocupación con algo más, algo que Sara no pudo identificar. "Te he estado buscando, Sara. No me gusta que estés así. Yo solo quiero que estés bien."

Sara, que lo miraba con la sensación de que algo estaba mal, dio un paso atrás. No sabía si debía sentirse tranquila o si realmente debía temerle.

"Álex," dijo con voz temblorosa, "No sé si esto está bien. No sé si lo que estás haciendo es... correcto."

Álex la observó en silencio durante un momento, sus ojos se oscurecieron, pero rápidamente recuperó la compostura. "Sara, ¿acaso no confías en mí? Todo lo que hago es por tu bien. No entiendes que todo esto es para protegerte."

Sara sintió cómo una ola de incomodidad la invadía. "¿Protegerme de qué?" preguntó, más por impulso que por convicción. "¿Por qué todo lo que haces me hace sentir como si estuviera perdiendo el control de mi propia vida?"

Álex dio un paso hacia ella, acercándose, pero esta vez, Sara no retrocedió. Podía sentir la presión en sus hombros, como si un peso invisible la estuviera aplastando. Sabía que Álex no era lo que aparentaba, pero no tenía la fuerza para enfrentarlo. No todavía.

"Lo que pasa, Sara," dijo él, mirando a sus ojos con una intensidad inquietante, "es que no entiendes lo que significa estar conmigo. No entiendes que todo lo que hago es porque te amo, y por eso no puedo dejar que te hagas daño."

Esas palabras resonaron en su cabeza, pero no de la manera en que él esperaba. El amor de Álex ya no le parecía puro, ni seguro. Sentía que él estaba controlando sus movimientos, y cada vez que pensaba que había algo bueno entre ellos, aparecía una sombra que lo hacía todo más confuso.

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