El final de la mentira

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Sara había perdido la noción del tiempo. Había pasado tanto tiempo encerrada en ese lugar oscuro, sin ver la luz del día, sin contacto con el mundo exterior, que ya ni siquiera se sentía como ella misma. Se había rendido a la idea de que no iba a escapar. Ya no sabía si era de noche o de día. Sus ojos estaban rojos y cansados, y el cuerpo le dolía por la falta de movimiento. Pero lo que más le dolía era su corazón, que parecía romperse cada vez que pensaba en todo lo que había pasado con Álex.

Él había sido su refugio, su amigo, el chico en el que confiaba. Y ahora, él estaba ahí, mirándola con frialdad, sin importar lo que ella sentía, sin importarle nada.

Sara estaba sentada en una silla de madera vieja en una habitación que parecía abandonada. La luz tenue de una bombilla parpadeaba sobre su cabeza, y el aire era denso, como si estuviera atrapada en una prisión. Las paredes de la habitación eran grises, sucias. Nada de lo que había conocido quedaba en ese lugar. Nada de lo que Álex le había prometido.

Álex apareció en la puerta, su rostro impasible como siempre. Esta vez, sin embargo, había algo diferente en él. Sus ojos no mostraban arrepentimiento, ni compasión. Solo había una especie de frialdad que Sara no podía soportar.

"¿Por qué lo haces, Álex?" Sara preguntó con voz rota, pero llena de furia. "¿Por qué me has hecho esto?"

Álex no contestó de inmediato. Dio un paso hacia ella, su expresión impenetrable. "Te lo he dicho mil veces, Sara. Esto es por tu propio bien."

Sara se levantó de golpe, la ira haciendo que sus manos temblaran. "¿Por mi bien? ¿De qué demonios hablas? ¡Me has secuestrado! Me has mantenido aquí contra mi voluntad. ¡Eso no es por mi bien!"

El sarcasmo en su voz era palpable, y el odio en sus ojos no se hacía esperar. "No entiendes nada," respondió Álex con una calma inquietante. "Esto es lo que debía pasar. Yo te lo advertí."

"¿Me lo advertiste?" Sara estalló, la voz llena de desesperación. "¡Dijiste que me protegerías! Que todo estaba bien, que éramos amigos, y me mentiste. Todo ha sido una mentira, todo."

El aire entre ellos se cargó de tensión. Sara sintió el peso de la habitación, como si el espacio se estuviera cerrando alrededor de ella. No podía más. Estaba agotada, pero no podía dejar de pelear.

"¡Te odio!" gritó Sara, el rencor llenando cada palabra. "Me has arruinado. Todo lo que pensaba que era mi vida, todo se desmoronó por ti."

Álex la miró fijamente, pero no se movió. Estaba inmóvil, como si sus palabras no pudieran atravesarlo. "No me importa lo que pienses, Sara," dijo con frialdad. "No me importa lo que digas. Lo que importa es que ahora entiendas que lo que hice, lo hice por ti."

"¡No!" Sara gritó, su voz quebrada. "Lo hiciste por ti mismo, porque te divertía verme sufrir. Porque querías controlar todo. No lo puedo creer, Álex. Tú no eres el que yo conocí."

Hubo un silencio profundo en la habitación. El aire estaba tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Álex se acercó lentamente, sin perder su mirada fría. Sara, por un momento, pensó que él podía golpearla, pero no lo hizo. Simplemente permaneció allí, frente a ella, como una sombra.

"Lo que yo soy, Sara, es lo que siempre he sido," dijo, con una calma perturbadora. "Nunca fuiste importante para mí. Solo eras una pieza en este juego. Un medio para un fin."

Las palabras de Álex fueron como un puñetazo directo al corazón de Sara. Su mundo entero se desplomó una vez más. "No... no es posible," murmuró, con la respiración entrecortada. "¿De verdad no me querías? ¿Nunca me quisiste?"

Álex no respondió de inmediato. Pareció pensarlo por un segundo, y luego, simplemente dijo: "Nada de esto fue real, Sara. Nunca lo fue."

Un torrente de emociones se desbordó en el interior de Sara. El odio, la tristeza, la traición, todo se mezclaba en su pecho, y por un segundo, pensó que iba a perder el control. "No sé quién eres," susurró, temblando. "Pero te voy a hacer pagar por todo lo que has hecho."

"Eso es lo que piensas," respondió Álex con una sonrisa fría, como si todo estuviera bajo su control. "Pero no te preocupes, Sara. Pronto lo entenderás. Todo esto es solo el principio."

Las palabras de Álex resonaron en sus oídos mientras él se alejaba. Un sentimiento de desesperanza la envolvió por completo. Ya no quedaba nada de lo que había sido. ¿Había alguna forma de salir de ahí? ¿Había alguna manera de escapar de su propia pesadilla?

Sara no lo sabía, pero algo dentro de ella se estaba rompiendo. Un punto de no retorno se había alcanzado, y su vida, tal como la conocía, ya no existía.

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