Capitulo VII

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Alastor


Desde que había conocido a Charlie mi vida había dado un giro, y más aún cuando decidí casarme con ella. No negaré que es muy hermosa, con esa piel pálida y sus penetrantes ojos azules, lograba ponerme nervioso e inquieto. No había muchas mujeres en mi vida, por no decir que la única era mi madre, siempre me habían considerado alguien raro por ser solitario y mi manía por no querer ser tocado, mi único amigo era Husk al que conocía desde la infancia.

Acepte casarme con Charlie solo para salvar a mi madre, sabía que ella tenía los medios necesarios para salvarla y aria cualquier cosa por hacerlo, aun si suponía encadenarme a ella. Me estuve preparando para cumplir con mis deberes maritales en nuestra noche de boda, pero me sorprendió el que en ningún momento insinuó tal cosa, un simple beso en la mejilla e irse cada quien a su habitación fue todo.

Me intrigaba su actuar, el porqué me hablaba con esas palabras de cariño y me miraba de una manera que no sabía como describirlo. Nunca antes había estado con ninguna chica y mucho menos con una mujer, no sabía como actuar con ella. El solo verla me ponía nervioso y un sonrojo siempre estaba en mi rostro.

Una noche llego herida, no pude evitar preocuparme al ver como estaba toda ensangrentada. Tenía que ayudarla, era mi deber como esposo hacerlo. Tenía experiencia curando heridas, así que no me fue muy difícil hacerlo, aunque mis manos temblaban al ver que solo estaba en ropa interior, su herida había sido en un costado y tuvo que quitarse la camisa.

No pude evitar mirarla de vez en cuando mientras limpiaba la herida, mi respiración casi se iba al ver sus generosos pechos escondidos detrás de un brasier de encaje negro. Tenía que calmarme, no era propio de mí el estar viendo mujeres en ese estado.

Me tomo por sorpresa que una vez terminado de curarla me dio un casto beso en los labios, me petrifique por completo. Era mi primer beso y estaba siendo robado, pero me gusto, el sentir sus labios sobre los míos era una experiencia totalmente nueva. Cuando se separó de mí no quería que lo hiciera, así que en un acto de valentía la tome de la nuca y la volví a besar ahora con más intensidad. ¡Oh dios! Me supo a gloria, sus labios encajaban perfectamente con los míos, podría notar que ella era una experta besando y yo apenas era mi segundo beso, así que, sin palabras, comenzó a guiarme, ella sería una excelente maestra y yo un buen alumno.

Durante los siguientes días no podía dejar de pensar en ella, en aquel beso que compartimos, las sensaciones que experimente en ese momento. Deseaba volver a repetirlo, pero podía más mi vergüenza, no quería que pareciera que era un puberto experimentando por primera vez en el amor.

A partir de ahí comencé a soñarla, pero era extraño, ya que cada noche eran los mismos sueños, de ella con un vestido de una época que podría describir como la victoriana, de un baile de máscaras donde podía ver en ella un infinito amor y sentía en mí que la amaba demasiado, era un amor intenso, pasional, aunque me diera pena admitirlo había sueños de unas noches entregados a la pasión.

Me daba vergüenza que ella supiera de esos sueños, por alguna extraña razón pensaba que si me podría descubrir si la veía a los ojos, comencé a alejarme, me sonrojaba cada vez que la veía y me acordaba de ello. Pero eso no evito que notara ciertas cosas extrañas, había muchas llamadas y demasiada seguridad en la casa y por no decir de mí que también me acompañaban. Descubrí varias armas que ciertamente no estaban bien escondidas, eso me sorprendió y lo entendí.

Pasaron dos días donde no supe nada de ella y me preocupé, estaba ansioso por saber donde estaba, porque no regresaba y temí lo peor, que algo le había pasado. Pero regreso sumamente ebria, apestaba a alcohol y decía incoherencias. La tome en mis brazos y la lleve hasta su habitación, pero sus palabras llamaron mi atención cuando comenzó a describir los mismos sueños que yo había tenido ¿Cómo era eso posible? No se lo había comentado, ni siquiera insinuado, no entendía nada, aunque cuando ella comentó que yo había reencarnado me petrifico. 

Tu recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora