School AU
Ivan siempre ha sido alguien práctico, con sus ideas claras, al menos en apariencia. Una tarde en especial, durante un viaje escolar cualquiera, cambiara su vida de una forma que no había previsto. Por que, seamos sinceros nadie reconoce e...
"La soledad es la presencia de todos, la ausencia de uno."
—Franz Kafka.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El timbre exasperante resonó por todo el colegio, marcando el inicio de un día común. No era la primera vez que escuchaba ese sonido, pero después del viaje, algo había cambiado. El eco parecía más seco, y la luz que se filtraba por los pasillos tenía un matiz más frío, como si alguien hubiera ajustado la saturación del mundo entero.
Tal vez suene como un viejito amargado, pero... ¿a quién le gustan los lunes? Bueno, a mí me gustaban, o al menos solían gustarme. Aun así, no se puede negar esa pereza que invade al empezar la semana. Era como si el cuerpo supiera que todo comenzaba de nuevo: las clases interminables, las miradas furtivas entre compañeros y ese incómodo silencio en los momentos más inoportunos.
Ya caminaba por estos pasillos, dirigiéndome al aula, no sin recibir una que otra sonrisita de ciertos compañeros, que de alguna u otra manera, hacían menos pesada mi mañana. No me consideraba alguien muy popular, pero supongo que ser el delgado del curso tenía sus ventajitas, ¿no? Eso y, bueno, participar en las actividades del consejo estudiantil... capaz y sí, sí era un poco conocido.
Sacudí la cabeza, intentando deshacerme de esos pensamientos. Quizás no era el timbre ni el lunes lo que me molestaba; quizás era yo. Algo en ese viaje había dejado una grieta, pequeña, pero suficiente para que la rutina ya no encajara del todo.
El aula estaba llena de risas estridentes, conversaciones que se cruzaban entre sí, pero todo sonaba apagado, como si viniera de un lugar lejano. Mis compañeros hablaban sobre cosas que, en este momento, me parecían irrelevantes. Alguien mencionó la última serie de moda, otro se quejó de un examen, y mientras todos parecían inmersos en sus pequeños dramas, yo permanecía recostado sobre la banca, desconectado.
No fue hasta que Mizi se hizo presente entre todas esas voces que decidí ponerle más atención al asunto.
—Suita, está enfermita —dijo ella, con el rostro más apagado de lo usual.
Aunque no estaba cerca de ella, era imposible no notarlo. ¿Dónde estaba Sua? no la veía por ninguna parte y eso comprobaba que era verdad, que su ausencia existía. Me sentí preocupado y por un momento, mis pensamientos se detuvieron, enfocados únicamente en ella. Era raro. Después de todo, hasta hacía poco, a mí no me importaba gran cosa si Mizi estaba o no de buen humor, pero ahora, su tristeza —porque estaba claro que no estaba bien— me pesaba. Tal vez era porque yo también había sentido ese vacío al volver aquí, o porque Sua era alguien que había empezado a respetar, en secreto.
Antes de que Mizi se sentara, no pude evitar levantar la voz un poco, lo suficiente para llamar su atención sin sonar raro—al menos eso esperaba.