School AU
Ivan siempre ha sido alguien práctico, con sus ideas claras, al menos en apariencia. Una tarde en especial, durante un viaje escolar cualquiera, cambiara su vida de una forma que no había previsto. Por que, seamos sinceros nadie reconoce e...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aún nos encontrábamos aferrados a la barandilla, mientras ese aire fresco nos golpeaba violentamente la cara. Y es que, sí, las rafagas de la noche estaban molestas, me parece; esa intensidad no era normal. Me imagino, que tal vez se debía a la alta marea de esos días, o no sé, más bien. De todas formas, no es lo más importante, dentro de la historia, debido a que, extrañamente, Sua y yo, nos habíamos conocido más a fondo; habíamos congeniado bien, por decirlo, de alguna forma. Ya no era tan calladita como pensaba, tenía emociones... bueno, tampoco es como si fuera un robot ¿no?
Su risa, aunque baja, había sido sincera cuando le mencioné que pensaba que nunca hablaría de nada personal. Pero ella, al parecer, tenía más de un pensamiento que compartir, y yo comenzaba a sentirme un poco menos incómodo a su lado.
—Sailor se solea a Goku, fácilmente—Ella mencionó con el ceño fruncido, casi sentía que me iba a pegar, y por la seriedad de su rostro era obvio que defenderia su postura a como dé lugar.
Me reí, aunque traté de mantener el volumen bajo para no interrumpir el ambiente de la noche—. ¿En serio? No creo que lo veas bien, Sua, el Goku tiene... ya sabes, poder ilimitado, ese tipo no se cansa. ¿Acaso le tenía que recordar el kame kame ja? o como sea que se diga, tampoco es como si fuera tan fan de la serie, pero ya llevaba unas ganas de debatir.
—¿No se cansa? —repetía, mientras giraba los ojos con obvia burla—. Es Sailor Moon, ¿entiendes? La luna, Iván. La energía de Goku no es nada comparado con el poder cósmico.
—Eso suena bastante místico, pero tengo que ser objetivo aquí. Goku sigue siendo... ya sabes, ¡Goku! —le respondí con una sonrisa torcida, intentando defender mi punto con firmeza, aunque no pude evitar dejar escapar otra risa.
Ella se cruzó de brazos, pero en lugar de parecer molesta, se veía divertida. Quizás era la primera vez que la veía con esa expresión en su rostro, como si hubiera soltado algo que llevaba dentro, algo menos reservado.
—Eres imposible, Iván. Pero está bien...supongo... —admitió con una sonrisita que, inesperadamente, se me traspasó.
Nos quedamos en silencio unos segundos, y esa pequeña charla había logrado algo que no me esperaba. Había aligerado el aire entre nosotros, haciendo que el momento fuera cómodo de una manera que no solía experimentar muy a menudo.
Justo entonces, mientras ambos mirábamos el mar, escuchamos una voz a lo lejos. Primero, fue apenas un murmullo entre el viento, pero poco a poco las palabras comenzaron a distinguirse. Una voz femenina, familiar. Hyuna.
—Hyuna... —susurré, inclinándome ligeramente para escuchar mejor.
Su voz, usualmente calmada y hasta alegre, ahora sonaba con un filo extraño. No podía ver su rostro desde aquí, pero había algo en su tono, en la forma en que casi escupía las palabras, que me dejó intranquilo. Sua también se inclinó, frunciendo el ceño con curiosidad y preocupación.