Capitulo 3

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El beso entre Helena y Emma marcó un antes y un después en sus vidas. Aunque al principio ambos intentaron volver a la normalidad, algo había cambiado en el aire, algo que ya no podían ignorar. A medida que los días pasaban, la relación entre ellas se volvía cada vez más intensa, más real, pero también más compleja.

Helena, que siempre había vivido bajo el constante escrutinio de sus seguidores, se encontraba ahora en un terreno desconocido. Estaba acostumbrada a compartir todo con el mundo, desde sus outfits hasta sus pensamientos más banales, pero Emma... Emma no era algo que pudiera compartir con miles de personas. Emma era única, y, de alguna manera, Helena quería proteger esa parte de su vida.

Una tarde, después de un par de días sin verse, Helena decidió invitar a Emma a su lugar. Las redes sociales ya no eran su prioridad. En lugar de publicar historias o fotos, simplemente se sentaron juntas, como si el mundo exterior dejara de existir.

— ¿Te has dado cuenta de lo diferente que somos? —preguntó Helena, rompiendo el silencio mientras jugaba con su taza de café.

Emma la miró, sin responder de inmediato. Sabía que la pregunta no era solo una observación casual. Era más bien una reflexión que se había vuelto cada vez más urgente en la mente de ambas.

— Sí. Tú vives para las cámaras, para los seguidores... —Emma no lo dijo con reproche, sino con una calma que sorprendió a Helena. Como si aceptara que todo eso formaba parte de quien era Helena, aunque a veces, lo veían desde dos mundos completamente distintos.

Helena se quedó en silencio, mirando a Emma, como si estuviera buscando las palabras correctas. Nunca había hablado de su vida de esa manera, sin filtros ni distorsiones, sin adornos. Pero con Emma, todo parecía más sencillo. Lo sentía más real.

— Y tú... —Helena tomó un suspiro, buscando sus palabras—. Tú vives detrás de las sombras. No sé cómo llamarlo. Eres tan... inaccesible, tan... perfecta en tu imperfección. Es raro, porque todo lo que tengo siempre está expuesto, pero contigo, siento que todo es distinto. Más... verdadero.

Emma, como siempre, no se apresuró a responder. Solo la miraba fijamente, con esa calma tan característica de ella, que Helena a veces sentía como un refugio.

— No es que sea inaccesible... —Emma comenzó a hablar con suavidad—. Es solo que mi vida no está hecha para los demás. Mis sombras son mi espacio para respirar, para encontrarme. Y a veces, creo que el miedo a estar en el centro de atención me consume. No sé si estaría lista para algo tan grande.

Helena no pudo evitar sonreír. Sus palabras la tocaban profundamente. Sabía que Emma no lo decía por rechazarla, sino porque estaba compartiendo su vulnerabilidad. Y eso, para Helena, significaba más que cualquier mirada o palabra perfecta que pudiera encontrar en sus redes.

— Yo no te estoy pidiendo que seas como yo. No quiero que cambies. Solo... —Helena acercó su mano a la de Emma, una sensación de ternura llenando la habitación—. Solo quiero que sigas siendo tú, a mi lado.

Emma la miró, como si estuviera tratando de entender completamente lo que estaba sucediendo entre ellas. Y luego, lentamente, asintió.

— Me asusta... —dijo Emma, con una honestidad brutal. Su voz estaba ligeramente temblorosa, como si estuviera a punto de soltar un secreto muy profundo—. Me asusta que lo que sentimos no dure, que sea algo pasajero. Me asusta que, al final, nos lastimemos.

Helena sintió el peso de sus palabras. La preocupación de Emma era legítima, y a pesar de todo lo que ella había experimentado en su vida llena de flashes y sonrisas forzadas, algo en su interior le decía que con Emma, las reglas eran distintas.

— No lo sé. Pero estoy dispuesta a intentarlo. No soy perfecta, Emma, y no puedo prometerte que no habrá momentos difíciles. Pero sé que contigo me siento más real que nunca. Y, por primera vez en mi vida, no tengo miedo de ser yo misma.

El aire entre ellas se cargó de una electricidad suave. Emma, con sus ojos aún buscando alguna señal de que lo que estaba viviendo no era solo una fantasía, se acercó lentamente. Helena la miró, y sin más palabras, las dos se besaron nuevamente, como si esa fuera la única respuesta que necesitaban.

El beso fue distinto al anterior. Más seguro, más profundo, como si al fin estuvieran conectando no solo con sus cuerpos, sino con sus almas. Helena, a pesar de ser la persona más expuesta en el mundo, sentía por primera vez que había encontrado un refugio. Y Emma, tan reservada, tan distante al principio, comenzó a entender que tal vez, solo tal vez, la vida podía ofrecerle una forma diferente de estar cerca de alguien.

Cuando se separaron, la habitación pareció volverse aún más silenciosa, como si el mundo exterior hubiera desaparecido por completo. Ninguna de las dos sabía qué pasaría después, pero por primera vez, eso no importaba. Estaban juntas, en el momento más real que ambas habían experimentado.

Helena acarició la mejilla de Emma con suavidad.

— Lo que sea que esto sea, Emma... no lo quiero perder.

Emma, con una sonrisa tímida pero llena de significado, respondió:

— Tampoco yo, Helena.

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