Recalentar el horno

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Jade salió del baño envuelto en vapor, sintiéndose aliviado por el calor del agua que había disipado la tensión en su cuerpo. Aún tenía la toalla alrededor de la cintura cuando entró a su habitación, con la intención de ponerse cómodo antes de su cita en la cocina de Heartsbyul y, más importante, con Trey. Pero cuando entró, se detuvo al ver a Floyd tirado en su cama, completamente ajeno a su presencia, concentrado en el libro que estaba leyendo y garabateando con un crayón, que quien sabe de dónde había sacado, pero tenía un crayón con el que dibujaba sobre las páginas de aquel libro.


—¿Qué haces? —preguntó Floyd con desdén, pasando la hoja del libro como si no le importara lo más mínimo.


Jade, sin poder evitar una sonrisa tonta, se acercó al espejo, tratando de disimular el rubor que le subía por el rostro.


—Me estoy vistiendo —respondió, sin dejar de sonreír.


Aunque era algo obvió lo que estaba pasando, esperaba que su gemelo soltara algún comentario, como: ¿podrías voltearte? Me gusta mi privacidad. Como si ambos hermanos no se hubieran visto desnudos antes en aquellas apariencias completamente humanas, hubieran compartido el baño o a veces no durmieran juntos cuando el frio en el dormitorio era insoportable. Floyd lo miró ahora con curiosidad, aunque su tono seguía siendo indiferente.


—¿Y tienes planes para la tarde o solo te estás preparando para una cita? —dijo, haciendo una pausa en la lectura, pero sin apartar la vista del libro.


Jade se giró hacia él con una expresión juguetona. —Tengo clases de cocina.


Floyd no pareció impresionado en lo más mínimo. Al contrario, volvió a pasar una página con aire desinteresado. Mirando por el rabillo del ojo que su hermano continuaba alistándose para salir.


—¿Clases de cocina? ¿Y qué tal si compras un pastel y le pasas una lata de jugo de ostras? Nadie sabría si lo horneaste o no —comentó, como si su sugerencia fuera completamente lógica.


Jade resopló, un poco molesto por la falta de seriedad de Floyd, pero al mismo tiempo disfrutando de la atención que le prestaba.


—No se trata del pastel. Se trata de que Trey va a estar allí también —respondió, sin poder evitar una sonrisa nerviosa.


Floyd levantó la mirada, sorprendido y visiblemente molesto. —¿Desde cuándo Tortuga de mar se inscribió a clases para hornear? —preguntó, claramente escéptico.


Jade desvió la mirada, sintiendo cómo su sonrisa se volvía más tímida. —No, no es que él esté tomando la clase... —dijo, algo incómodo—. Él va a ser mi maestro.


Floyd dejó el libro a un lado y se sentó en la cama, mirándolo con una mezcla de incredulidad y desaprobación.


—No entiendo, Jade. ¿Por qué le pides ayuda a una Tortuga? No lo entiendo. Y ¿por qué te estás perfumando y arreglando como si fueras a tomarte la foto escolar? —dijo, frunciendo el ceño.


Jade soltó una risa nerviosa, algo avergonzado. —¿No puedo simplemente querer verme bien para ver a alguien? —preguntó, tratando de defenderse, pero aún con el rubor en sus mejillas.

Horneando con Amor y HongosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora