Intento abrir los ojos, aunque parece que me los hayan pegado con cola. Noto un peso muerto encima de mis pies y cuando consigo enfocar la vista, veo a Black mirándome con cara de pena y meneando sutilmente la cola.
—Buenos días campeón. —Le acaricio detrás de las orejas y, a cambio, me gano unos mordisquitos en la palma de la mano. —¿Vas a dejar que me levante? —Al no conseguir que mueva ni un pelo de su cuerpo, intento chantajearlo con lo mejor que se me ocurre. —¿Quieres comer chico? —Levanta la cabeza de golpe y se baja de la cama de un salto.
Eso si que es motivación.
Con cuidado de no levantarme muy rápido, me visto y al comprobar que los mareos han remitido, decido bajar a la cocina.
—Buenos días. —saluda mi abuelo. Está sentado de nuevo en el sofá, limpiando una de las seis escopetas que tiene en el suelo. —¿Cómo te encuentras?
Avanzo y me siento a su lado.
—Mejor. No sé qué me pasó anoche. —Cojo una de las escopetas y un trapo y empiezo a ayudarle. —Me estaba duchando y cuando acabé empecé a encontrarme fatal. Nunca me había pasado.
—Cuando tu hermano te encontró, estabas semi inconsciente y muy pálida. Tienes que gastar cuidado con la anemia Lena, ya lo hemos hablado mil veces. Nos diste un susto de muerte.
Suspiro y asiento. Me siento culpable por preocupar siempre al abuelo y a Jona. Intento hacerlo lo mejor posible, pero sin medicamento es complicado.
—Lo sé. Normalmente no tengo estas recaídas y ayer me asusté mucho. —El abuelo me mira y, dejando la escopeta a un lado me abraza. Siento su corazón palpitar fuerte contra su pecho. —Siento que os preocupéis siempre por mi culpa.
—Tranquila, tú no tienes la culpa de nada. —Me coge la cara entre sus manos y me mira fijamente. A continuación, me da un beso en la frene. —Todo va a ir bien, ya verás.
Asiento, sin ser capaz de rebatirle nada.
Los dos nos pasamos la mayor parte de la mañana y de la tarde recogiendo todos los alimentos que secamos hace días y poder guardarlos dentro de bolsas de tela. Mientras, mi hermano se pasa casi todo el día en la pista, practicando con Darko. Se ve que le está poniendo ganas y esfuerzo a esto de la equitación y para cuando cae la noche, los tres estamos cansados y sudorosos. Aún así, miramos con satisfacción la docena de bolsas que hay encima de la mesa.
—Creo que con todo esto tendréis para tres o cuatro semanas. —comenta el abuelo con los brazos en la cintura y la frente perlada de sudor.
—¿Con estas dos bestias?, ¿tú los has visto? Le doy a toda esta comida una semana.
Mi hermano me da un cocotazo.
—No somos tan idiotas. —Me rio mientras él se gira y se dirige a su habitación. —Voy a acabar de preparar algunas cosas. Tu deberías hacer lo mismo, Lena.
Asiento y me dirijo a mi habitación para terminar de recoger algunas prendas. Cuando creo que lo tengo todo preparado, me cuelgo la maleta en la espalda y la dejo en el pasillo. Cuando bajo, veo que el abuelo ha quitado todo lo que había encima de la mesa y lo está substituyendo por los platos.
No puedo evitar que mis ojos se empañen con lágrimas al pensar que vamos a dejarlo aquí sólo, a saber, por cuanto tiempo. Se me encoge el corazón al ver que se restriega la mano por la cara, secándosela. Me mira y una sonrisa triste adorna su cara.
—No me terminan de gustar mucho las despedidas.
Rebufo. Ni a mí.
—Esta es tu última oportunidad para decidir si quieres venir con nosotros. —digo. —No me parece correcto dejarte aquí sólo.
ESTÁS LEYENDO
El secreto de las auroras boreales
RomanceLa sociedad ha sido destruida y ahora todo el mundo gobierna sus propias vidas. Al principio, nadie se lo tomó muy en serio. Todos pensaban que era normal sufrir un corte de luz de vez en cuando. Lo que no sabían era que sería duradero. Cuand...