El resto del día trascurre con normalidad, aunque noto el ambiente más cargado de lo normal. Y con más cargado me refiero a que parece que los dos miembros de mi familia han decidido recibir a nuestro invitado con la bajilla sin estrenar. La cual el abuelo ha repasado con un trapo ya tres veces.
Esto es de locos. Aún no ha llegado y ya estoy deseando que se acabe.
Ahora me encuentro en mi cuarto, con mi pequeño armario abierto de par en par. Hace rato que me noto tensa, nerviosa y ansiosa al mismo tiempo. Y me noto estúpida por pensar ni siquiera en lo que me voy a poner. ¿A quién le importa siquiera? Ni que Aiden me vaya a juzgar por lo que lleve puesto. Me pongo lo de siempre y me miro en el espejo. A pesar de mis permanentes ojeras, mis ojos parecen más brillantes que de costumbre y cuando intento peinar mi pelo y salgo perdiendo, me rio de mí misma. Parece que vayamos a recibir a alguien de la realeza.
Oigo como alguien golpea la puerta y después oigo la voz de mi abuelo.
—¿Puedo pasar?
Me separo del espejo y me siento en la cama.
—Claro, pasa.
El abuelo entra en la habitación y se sienta a mi lado, con las manos unidas encima de su regazo me mira como si ya me echara de menos.
—¿Qué pasa?
Se mira las manos, pensativo.
—Tengo que contarte algo. —Lo miro expectante. —Es que he estado todo el día dándole vueltas a un asunto y he estado debatiendo conmigo mismo sobre si debo contártelo o no. No es una cosa muy fácil de explicar, más bien es de esas cosas que cuesta de entender y que no sabes ni por donde cogerlas.
Aguardo a que continúe, aguantando un poco el aliento. Esto me huele a secretismo y es muy raro que el abuelo guarde algún secreto.
—Me estás asustando un poco.
—Es algo que no le he contado a nadie, pero que sé que va siendo hora de que lo comparta con vosotros. Ya se lo he explicado a Jonathan, y creo que ya me estoy arrepintiendo. En cambio, tú tienes la mente mucho más abierta, y tienes que saberlo. —Gira medio cuerpo hacia mí, así que le puedo ver los ojos. Hacía mucho tiempo que no lo veía tan preocupado. —Me gustaría contarte que es lo que creo que pasó el día del apagón.
No me esperaba que mi abuelo tuviera alguna idea de lo que ocurrió ese día y esperaba que después de tantos años investigando entre libros obtuviera alguna respuesta. Lo miro, ansiosa de que continúe.
—Bueno, primero tengo que empezar des del principio. —Suspira y poniendo una rodilla encima de la otra empieza a explicarme. —¿Sabías que mi hermano estuvo trabajando en Alaska? —Niego con la cabeza, sorprendida y confusa al mismo tiempo. —Pues sí. Jorge era un hombre muy respetado en ese entonces. Trabajaba muy duro y estaba prácticamente todos los días del año fuera de casa. Sólo lo veíamos para verano y navidad. Era tan bueno en su profesión que lo nombraron segundo jefe al mando.
Vale... no sé porque me está contando todo esto y que tiene que ver mi tío abuelo relacionado con lo del apagón. Supongo que el abuelo me debe de ver la cara porque me coge las manos con las suyas. Creo que la cosa es más seria de lo que me imagino.
—¿De qué trabajaba tu hermano?
Él sonríe.
—¿Me creerías si te dijera que no tengo ni idea? —Abro la boca sorprendida. —Bueno, al principio sé que lo destinaron a Alaska por una investigación relacionada con el hielo. Pero después, cuando empezó a trabajar tanto, poco a poco dejó de llamarnos. Se volcaba al cien por cien en su trabajo. —Su mirada se vuelve triste. —Lo que hacía era muy sospechoso. A menudo nos llegaban a casa cartas amenazando a toda la familia. No eran cartas muy agradables que digamos. Nos decían cosas horribles y cuando mi madre se lo contaba a mi padre, él decía que no hiciéramos caso, que las quemásemos todas y que ya pararían de llegar, cosa que no ocurrió. —Se levanta de la cama y se gira hacia mí. —Lo que estoy intentando decir Lena, es que ocurrió algo el día del apagón. Algo que ya decían con anterioridad las cartas que enviaban. Me encantaría saber qué es lo que decían en ellas, pero mi madre las quemó todas después de que mi padre muriese.
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El secreto de las auroras boreales
RomanceLa sociedad ha sido destruida y ahora todo el mundo gobierna sus propias vidas. Al principio, nadie se lo tomó muy en serio. Todos pensaban que era normal sufrir un corte de luz de vez en cuando. Lo que no sabían era que sería duradero. Cuand...