El amanecer trajo consigo un aire nuevo, lleno de incertidumbre y expectación. Tras varios días de caminata por senderos olvidados, el camino nos llevó finalmente a la costa de Dread Wolf. Aquella visión de lo hermosa que se veía la costa me golpeó con una mezcla de asombro y escalofríos. Era idéntica a lo que había visto antes en la visión de la cueva, como si los recovecos de mi mente hubiesen sido un portal hacia este lugar.
Frente a nosotros se extendía una playa de arena dorada que brillaba bajo el sol como si cada grano estuviera hecho de polvo de estrellas. El horizonte se fundía con un cielo cristalino, teñido de azules tan puros que dolía mirar. Rocas de formas peculiares se alzaban aquí y allá, algunas cubiertas por musgo marino, otras golpeadas por olas que susurraban secretos antiguos. El aroma a sal impregnaba el aire, y un grupo de aves sobrevolaba la zona, anunciando nuestra llegada con un coro casi celestial.
Sin embargo, el contraste de la belleza natural con la inquietud en nuestros corazones no podía ignorarse. Cada paso hacia la cueva se sentía como adentrarse en la boca de una bestia, irónico que justo el sitio se llamase Dread Wolf .
La entrada a la cueva de Dread Wolf era una abertura oscura entre las rocas, como una herida abierta en la montaña. A medida que avanzábamos, las sombras nos envolvían, y el sonido de nuestras botas resonaba contra las paredes húmedas. Un eco constante nos seguía, casi como si alguien, o algo, estuviera respirando junto a nosotros.
Después de caminar durante un buen rato, encontramos lo que buscábamos: la anomalía que tanto anhelaba investigar Dalamar.
Era algo que no podía describirse fácilmente, un resplandor etéreo que vibraba en tonos morados, idénticos al brillo que había visto antes en el brazalete de Dargus. Parecía flotar en el aire como si estuviera suspendido entre este mundo y otro. Al acercarme, sentí una energía que erizaba mi piel, como si algo tratara de abrirse paso desde el otro lado. Los demás parecían igual de cautivados, aunque el rostro de Dalamar mostraba una mezcla de fascinación y preocupación.
—Esto no es magia común.— murmuró Valentía, sus ojos reflejaban la luz del fenómeno.
Nos dispusimos a investigar. Intentamos analizar el origen, tocando y trazando runas alrededor del resplandor, pero cuanto más lo hacíamos, más agresivo parecía hacerse. De pronto, el resplandor se intensificó, llenando la cueva con un estallido cegador.
Y entonces apareció.
El monstruo que emergió del resplandor no era algo que hubiera imaginado ni en mis peores pesadillas. Su cuerpo parecía una amalgama de huesos retorcidos y carne podrida, con un torso ancho y alargado que se doblaba de formas imposibles. Tenía múltiples extremidades afiladas como cuchillas, y su rostro... o lo que se asemejaba a uno, era un caos de calaveras superpuestas, cada una gritando en silencio.
La criatura lanzó un rugido gutural que hizo temblar la cueva, y antes de que pudiéramos reaccionar, se abalanzó sobre nosotros.
Dargus fue el primero en recibir el impacto. Salió disparado contra la pared con un golpe tan violento que dejó un surco en la roca dejándolo en el suelo incapacitado. Tem-Tem intentó invocar raíces para inmovilizarlo, pero el monstruo las rompió con facilidad. Dickyt lanzó una ráfaga de golpes, pero apenas le hicieron mella en su grotesca piel.
Valentía y yo nos mantuvimos en la retaguardia, pero la criatura no tardó en alcanzar a Dalamar, quien estaba intentando conjurar un escudo mágico. Lo levantó como si no pesara nada y lo arrojó al suelo con una fuerza brutal.
— ¡No, Dalamar!—Grité mientras corría hacia él.
La desesperación se apoderó de mí al ver cómo el monstruo alzaba una de sus extremidades afiladas, dispuesto a atravesarlo. Valentía, con una mirada decidida, alzó su bastón y canalizó una energía brillante que envolvió mi cuerpo. Un calor reconfortante me llenó, pero también sentí cómo mi fuerza se multiplicaba.
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Dragolance: El Diario De Kraft
De TodoLa historia principal de Dragonlance tiene lugar 350 años después del Cataclismo, un desastre que tuvo lugar cuando los dioses montaron en cólera por la arrogancia del Príncipe de los Sacerdotes de Istar, y arrojaron una montaña (un meteorito, en re...