Uno; "Cobra Kai"

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Tecleé rápidamente.

Ahora mismo, estoy sentada frente a mi computadora con miles de ideas volando por mi cabeza, sin saber por donde empezar. Claramente, por el inicio. ¿Pero cuál era realmente el momento en que comenzó todo? Realmente no lo tenía claro.

Solo sabía qué, dentro de tan solo unas semanas, mi puerta iba a ser destrozada a golpes por aquellos chicos que tanto amé, en el momento en el que lean esto.

Por lo que, sí la voy a cagar, la voy a cagar en grande. Bienvenidos, chismosos.

Prepara una taza de café con mucho azúcar y déjame contarte mi caótica historia y algo trambólica.

Probablemente arruine un par de vidas en el transcurso de esta historia, incluso la mía. Por lo que presta atención a cada uno de los detalles. Te lo recomiendo.

Yo, Sabrina de Montclair, nací en el seno de una de las familias más ricas de California. De piel blanquecina, cabello largo hasta la cintura de color castaño y ojos azules. Mi cuerpo era normalmente muy halagado por ser pequeño y con grandes proporciones.

Desde pequeña amé llamar la atención del mundo que me rodeaba; comencé a leer a la edad de tres años logrando que todo el mundo me felicitara y me llamara "la niña pródigo", a los seis años comencé a tocar el piano y a los nueve ya podía tocar la Balada No. 1 en sol menor, de Chopin. Con todos esos pasajes técnicos complejos, era una verdadera tortura para tocar. Pero una tortura melodiosamente bella.

Hice todo lo que te puedas imaginar; ballet de todo tipo, natación, gimnasia y patinaje artístico, ¡Incluso hice Esquí alpino!

Claramente, nunca toqué una cancha o ring en mi vida. Jamás hubiera dejado que me golpearan el rostro.

O eso pensaba hasta que Johnny Lawrence tuvo la maravillosa idea de reabrir el famoso dojo de karate de los años 80 llamado 'Cobra Kai'.

No se equivoquen, yo nunca decidí recibir golpes porque simplemente me gustara; el primero lo recibí por ser una, y cito, "maldita asquerosa chihuahua de bolsito", y los golpes que siguieron.... bueno, eso se enterarán más tarde si continúan leyendo.

Mi papá había conocido a Daniel Larusso durante su juventud, siendo que habían pasado la secundaria juntos, aunque realmente no hablaron hasta después del All Valley de 1984, cuando Larusso metió su patada voladora más ruda y dejó a su oponente siendo un completo Don Nadie durante décadas, hasta que revivió de entre los muertos con su fabulosa idea.

La primera vez que oí sobre 'Cobra Kai' me descojoné de la risa.

Miguel Diaz era el chico nuevo de la escuela; un moreno, probablemente mexicano, de estatura media y bastante flacuchento.

Sabía que había estado siendo acosado por el chino del novio de Samantha, la hija de Larusso. Sin embargo, no sabía mucho más de él. No era nadie relevante.

—No diré nombres, pero el otro día una madre me llamó porque su hijo lloraba luego de que unos chicos se burlaran de él por su deformidad facial. —Se me escapó una pequeña risa al ver que todos observaban a un niño sentado en una mesa a unos metros de donde yo me encontraba parada, apoyada contra la pared.

En realidad, era un chico que debía tener aproximadamente mi edad, de cabellos claros y una cicatriz en su labio, pero parecía un niño. Lo había visto varias veces en los pasillos y sabía que sufría de los acosos.

Wow, me sorprendió la sensibilidad de la psicopedagoga.

—Sí estás cansado de que te molesten, mi dojo de karate busca reclutas. —Murmuró el moreno, Miguel, como sí estuviera negociando.

Una sonrisa burlesca se formó en mi rostro y, aunque en ese momento no supe por qué, me acerqué a ellos, sentándome cuidadosamente de no hacer ruido.

Eran tres muchachos, además de Miguel y el del labio raro, uno de cabello oscuro y piel pálida con una remera de Stranger Things y una camisa cuadrillé encima. Gritaba ¡FRIKI! por todos lados. Este se asustó al verme.

—¿Dojo de karate? Pensé que se había dejado de practicar el karate hace como treinta años. —Dije en tono de voz bajo mientras mezclaba mi frapuccino con la bombilla y después la tomaba suavemente entre los labios, sin sacarle la mirada de encima al moreno. En ese momento, no sabía su nombre.

Miguel titubeó antes de contestarme —E...Es nuevo, mi sensei acaba de inaugurarlo. —Respondió con dificultad mientras rascaba su sien algo nervioso. Sonreí de lado. Sabía el efecto que causaba en los chicos.

El del labio raro, en cambio, parecía querer volverse tortuga y meterse dentro de su caparazón para así desaparecer. En serio, hasta se había achicado en su lugar.

El friki me miraba entre entusiasmado y aterrado, nunca había visto a nadie mostrando emociones tan contradictorias.

—¿Quién es tu sensei? —Pregunté luego de unos segundos, apartando mi mirada del rubio que se tapaba su boca y evitaba mis ojos.

—Dudo que lo conozcas, el sensei Johnny Lawrence...

—¡Oh sí! ¡Johnny Lawrence! Ese hombre es historia —Respondí con un entusiasmo algo exagerado.

Cuando me acerqué a ellos, esa primera vez, no tuve ningún motivo. Y fue extraño, porque yo siempre tenía un motivo para todo. Quizás, aunque no me gustara en lo más mínimo admitirlo, era la necesidad de tener un poco de atención un rato. Sentirme admirada siempre me había gustado y necesitaba que me demostraran constantemente que era bella y maravillosamente inteligente. Esos chicos sabía que lo harían.

—¿Realmente lo conoces? —Los ojos de Miguel se encendieron en un brillo entre extrañado y fascinado. ¿Con que el karate, eh?

—¡Pues claro que sí! Según mi papá, fue el LeBron James del Karate —Me carcajeé internamente mientras repasaba un recuerdo en mi mente.

—Ese maldito de Johnny Lawrence, era como una jodida plaga, ojalá este retorciéndose en el basurero del que nunca tendría que haber salido. Nunca fue más que un bueno para nada.... —La voz gruesa de mi papá resonó en mi mente.

Los ojos del moreno casi desbordan por sus cuencas —¿En serio?

—¡Claro que sí! Lástima lo que sucedió en el torneo del 84', Larusso es un idiota. —Rodé los ojos mientras jugaba con la bombilla.

—Realmente te gusta el karate, quizás.... —Murmuró algo inseguro, como buscando las palabras. —Quizás algún día quieras probarte, estamos sobre la Fox St, a pocas cuadras del supermercado 25 horas. Puedes pasar cuando quieras.

Apreté los labios para no reírme. ¿¿Yoo?? ¿Karate? ¿Golpes? ¡Jamás!

—Claro que sí, probablemente me pase por allí. —Me levanté de la silla y sonreí amablemente como despedida, pero luego mi mirada se cruzó con la del rubio.

Celestes. Y más que tímidos e inseguros.

Me acerqué a él suavemente para murmurar en su oído y que nadie más pudiera escuchar.

—Yo creo que te ves maravilloso así. —Sonreí de lado al ver como sus ojos se abrieron por el asombro y luego se cerraron levemente, debatiéndose entre creerme y no hacerlo.

Me levanté rápidamente y oí como el pálido parecía asombrado, no dejaba de burlarse de Miguel por invitarme a pelear y le decía al, ahora llamado Eli, que iba a ser el próximo rey del baile.

Aunque quizás no lo crean, esa vez no mentí. Era feo porque él quería ser feo. Sí se arreglara más...

Strike First ━━ cobra kaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora