Cuatro; "Cómo arruinar el ego de un hombre de los 80"

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Esa noche arreglé pacientemente mi cabello en bucles que caían por lo largo de mi espalda, aunque no dejaban de recordarme a cierta persona. Acomodé mis senos dentro del corset blanco del disfraz que había sido elegido por Eli.

Cuando pagaba el disfraz, recordé mi idea de disfrazarme de diosa griega, pero en cuanto salí de la tienda, evité ese pensamiento completamente. Realmente quería ponerme ese disfraz de conejo elegido por el chico tímido con la cicatriz en el labio.

Lucía bonita con el, ¿Está bien? No podían juzgarme.

Abrí las puertas del comedor del instituto de par en par, estaba despojado completamente de las sillas y mesas. Todos estaban disfrazados de distintas cosas bastantes originales y mientras caminaba en busca de chicas con polleras y remeras con 'Lakers' escrito encima de estas, recibí varios halagos tanto de parte de chicas como de chicos, lo que agradecí con sonrisas.

—¡Oh, zorra! ¡Chicas, mírenla! ¡Es Sabrina Conejita Jodidamente Sexy de Montclair! —Chilló Yasmine, entre asombrada y frascinada por mi disfraz. Sonreí enormemente y rodeé sus hombros con mi brazo, agradecida.

—¿Cómo están, chicas Lakers? —Guiñé un ojo mientras repasaba con mi mirada a Moon y a Samantha. Sí bien no tenía mucha relación con ellas, normalmente me caían bien. Especialmente Moon, a veces sentía que Samantha no tenía mucha personalidad, o simplemente no tenía una personalidad muy interesante.

—¡Pues no tan bien como tú, estás muy hermosa, Sabrina! —Respondió Moon emocionada mientras repasaba mi cuerpo de arriba hacia abajo.

Me reí suavemente y busqué con mis ojos qué había para hacer. No solía asistir a las fiestas de la escuela. Bailamos un rato la música electrónica que sonaba por los parlantes gigantes de la escuela entre carcajadas. Luego de un rato, sentí mi garganta arder por la sequedad.

—¿Hay algo para beber?

—En la mesa hay ponche —Dijo Sam por primera vez y apoyé mi mirada en la suya. Lucía tímidamente feliz. La desvié hacía la mesa que señaló, donde se hallaba un hombre de tez café con leche y un saco encima de una camisa cuadrillé.

—¿Ese no es tu papá? —Pregunté, sorprendida, reconociéndolo. Podía decir que habían pasado años desde la última vez que había visto al señor Larusso, quien solía ser un invitado regular a las cenas familiares en mi casa. Hasta que un día no volvió a ir más y ni siquiera me interesé en preguntar la razón.

—Sí, ni me lo recuerdes. —Volteó sus ojos en dirección al techo y sentí pena por ella. A veces agradecía tener padres emocionalmente ausentes.

Le dirigí una sonrisa de labios apretados y luego me volteé en dirección a la mesa de ponche. Me estaba sirviendo tranquilamente cuando sentí una mano rozar mi cintura y me volteé intrigada.

Cabello peinado de una manera fea, ojos rasgados chinos, disfrazado del capitán Garfio.

—¿Cómo estás, linda? —Intentó un tono de voz coqueto y rodé los ojos.

—¿Cómo estás, chino? —Rebatí en respuesta.

—Que soy coreano, joder.

Volví a rodar los ojos y rodeé su cuerpo para alejarme de él, a unos metros se encontraba cierto grupo mirándome. Parecían aburridos.

—Los esqueletos jamás pasan de moda. —Acaricié el hombro de Miguel al momento en que pasé por al lado suyo. Él me escaneó con su mirada y se mostró asombrado.

—No lo soñaste, Demetri... —Murmuró mirándome sorprendido.

—¿Qué cosa? —Pregunté confundida y Demetri golpeó a Miguel en su brazo.

Strike First ━━ cobra kaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora