Lazos

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El aire en la mansión estaba cargado de expectativas. Los preparativos para la gala anual de la familia Elliott llenaban cada rincón con actividad frenética. Los pasos apresurados de sirvientes y el murmullo constante de instrucciones formaban un caos organizado que, sin embargo, nunca rompía con la elegancia del lugar. Observé desde la distancia cómo Cyn, pequeña y frágil en comparación con todo lo que la rodeaba, trataba de mantenerse al margen, su postura tensa, los ojos escaneando nerviosamente todo a su alrededor.

Fue entonces cuando una de las encargadas de protocolo, una humana con la voz más severa de todo el personal, comenzó a dirigirse hacia Cyn.

—Bien, ahora veremos qué puedes hacer... —dijo, su tono dejando en claro que esperaba poco, si no nada, de ella.

—Disculpe mi repentina intromisión. —Mi voz cortó el momento, y ambas se giraron hacia mí. Incliné ligeramente la cabeza, en una reverencia que sabía desarmaba incluso a los más estrictos—. Pero creo que aún es muy pronto para darle órdenes. Si me permite, podría instruirla personalmente. Por supuesto, solo si está de acuerdo.

La humana alzó una ceja, claramente evaluando mi propuesta. Finalmente, asintió con desgano.

—Está bien. Pero asegúrate de que no estorbe. Esta es una ocasión especial.

—No se preocupe —respondí, girándome hacia Cyn—. Ven conmigo.

Mientras caminábamos por los largos pasillos de la mansión, el eco de nuestros pasos era nuestra única compañía. Las ventanas altas dejaban entrar rayos de luz que iluminaban los cuadros y esculturas que decoraban el lugar, pero la opulencia apenas parecía registrar nuestra presencia.

Cyn miraba a su alrededor con una mezcla de fascinación y nerviosismo. Era evidente que se sentía fuera de lugar aquí. Yo también lo había sentido en su momento, cuando llegué a este lugar por primera vez.

Finalmente, llegamos a la zona del bar, un espacio menos formal que el resto de la mansión, aunque igual de elegante.

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Cyn, sus ojos recorriendo las filas de copas perfectamente alineadas.

—Porque vamos a practicar algunas cosas sencillas —respondí, señalando las copas—. Como limpiarlas y servir bebidas.

Ella asintió lentamente, dándome una pequeña sonrisa que, aunque tímida, iluminó su rostro por un instante.

Durante las siguientes tres horas, Cyn se esforzó en realizar cada tarea que le asigné. Al principio, sus movimientos eran torpes; sus manos, aunque diseñadas para precisión, temblaban cada vez que tomaba una copa. Pero no importaba cuántas veces cometiera errores, me aseguré de no mostrar ni un rastro de impaciencia.

—No te preocupes por la perfección —le dije cuando una copa resbaló de sus dedos, solo para ser atrapada por mí antes de que tocara el suelo—. La práctica es lo que importa.

Poco a poco, comenzó a mejorar. Aún había fallos, pero también pequeños triunfos que, aunque insignificantes para los estándares de los humanos, eran enormes para ella.

Sin embargo, no pude evitar notar cómo se mordía el labio inferior cuando cometía un error o cómo sus ojos se humedecían cada vez que algo no salía como esperaba. No era solo frustración; era miedo. Un miedo profundo y arraigado que conocía demasiado bien.

Cuando terminé de explicarle cómo servir un simple cóctel, Cyn se dejó caer sobre una de las sillas del bar, su cuerpo relajado pero con una sonrisa cansada en el rostro.

—Lo hiciste bien, Cyn. —Mi voz era suave, pero firme, como si intentara asegurarme de que realmente me creyera.

—¿De verdad lo crees? —preguntó, mirando la copa que sostenía entre sus manos como si cualquier error con ella significara el fin de todo.

Murder Drones "Futuro"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora