The Story Of Us | Parte 2

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La escuela estaba más apagada de lo normal ese día, como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo para reflejar el gris del cielo. Los pasillos, normalmente vibrantes y llenos de voces que rebotaban contra las paredes, estaban envueltos en una atmósfera densa, casi sofocante. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente, y los pasos de los estudiantes resonaban con un eco sordo. Incluso las risas, las pocas que se escuchaban, parecían forzadas, huecas.

Tory avanzaba lentamente por el corredor principal, sus botas haciendo un ruido rítmico contra el suelo. Sentía que cada paso la hundía un poco más en un mar de pensamientos del que no podía salir. Su mente estaba atrapada en una espiral constante, reviviendo momentos que ya no podía recuperar. No sabía en qué punto exacto todo había comenzado a cambiar, pero lo sentía con una certeza que dolía: cada día que pasaba, su pasado con Robby parecía desvanecerse un poco más.

Al llegar al último tramo de las escaleras que llevaban al segundo piso, levantó la vista casi por instinto. Y ahí estaba él. Robby estaba apoyado contra los casilleros, su cuerpo relajado mientras hablaba con Zara y su grupo de amigas. El cabello oscuro de Robby caía despreocupado sobre su frente, y su sonrisa –esa sonrisa que Tory conocía tan bien– parecía brillar en contraste con el ambiente opaco. Zara reía, inclinándose un poco hacia él, como si cada palabra que saliera de su boca fuera un secreto compartido.

Tory sintió un golpe en el pecho, una mezcla de vacío y náusea que le revolvió el estómago. Se detuvo a mitad de las escaleras, aferrándose con fuerza a la baranda, como si necesitara algo que la mantuviera en pie. No podía apartar los ojos de la escena frente a ella. No era solo el hecho de verlo con Zara y sus amigas, sino la naturalidad con la que parecía encajar con ellas.

Era como si todo lo que compartieron hubiera quedado atrás, como si el Robby que ella conoció ya no existiera. Y aunque sabía que no podía reclamarle nada, el dolor seguía ahí, instalado en su pecho como un peso constante. Tory desvió la mirada un momento, cerrando los ojos mientras intentaba calmarse. No podía permitirse perder el control, no en ese lugar, no frente a ellos.

Sin embargo, al abrir los ojos, la escena seguía igual: Zara inclinándose un poco más hacia Robby, sus amigas soltando risitas cómplices, y él respondiendo con esa sonrisa relajada que Tory solía pensar que era solo para ella.

El vacío en su pecho se hizo más profundo. Había sido su mejor amigo. Había sido el único que la entendía de verdad cuando todo lo demás se desmoronaba. Y ahora, parecía que él estaba construyendo algo nuevo, algo que no la incluía.

“Por favor, no te alejes de nosotros”, pensó, aunque las palabras no salieron de su boca. Porque no solo tenía miedo de perderlo a él, sino de que esa distancia afectara al grupo entero. Robby había sido una pieza fundamental en su círculo de amigos, el que siempre sabía qué decir para mantenerlos unidos. Perderlo sería como perder una parte de sí misma.

El eco de sus propias palabras resonó en su mente. O, más bien, no eran sus palabras, sino las de él.

— Nunca fuimos amigos, Tory.  — Le había dicho una vez, con una intensidad en la mirada que todavía podía sentir — Siempre estuve enamorado de ti.

Recordar ese momento era como un golpe directo al corazón. Había sido una confesión inesperada, desbordante, que en su momento la había llenado de nervios y emoción. Pero ahora, revivirlo solo le provocaba un nudo en la garganta. Porque, por más que quisiera aferrarse a esas palabras, el presente parecía decirle lo contrario.

Las mariposas en su estómago se agitaban furiosamente, mezclándose con la sensación amarga del vacío. ¿Cómo era posible que aún pudiera sentir algo tan vivo por él, cuando todo a su alrededor parecía estar muriendo?

One Shot | KeenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora