El Señor Monoban, Sunan, no podía dejar de sonreír. Cada vez que veía el ultrasonido, cada vez que escuchaba la risa nerviosa de su esposa, Somchit, o sentía la pequeña patada contra su mano, el mundo parecía un lugar más brillante. No importaba cuán agotadora había sido su jornada de trabajo, ni los compromisos interminables que a veces parecían absorberlo; al final del día, solo había una cosa en su mente: sus hijos.
Habían pasado meses desde que se enteraron de que serían padres. Al principio, todo había sido un torbellino de emociones, de preguntas y de preparativos. Pero ahora, a medida que se acercaba el momento de la llegada de los gemelos, Sunan sentía que su corazón estaba tan lleno de amor que casi temía que fuera a desbordarse.
Somchit estaba sentada en el sillón, con las manos sobre su barriga ya claramente redonda, mientras él caminaba de un lado a otro en la cocina, tratando de decidir qué cenar. Pero su mente no dejaba de divagar. No podía dejar de imaginar cómo serían sus hijos. ¿Tendrán sus ojos? ¿Su risa? ¿Serán traviesos como él lo fue de niño? Somchit miró dudosa a su esposo, pero esta solo soltó una pequeña risa negando con la cabeza
Pasaron las semanas, y la fecha del parto se acercaba rápidamente. Sunan se convirtió en un hombre lleno de gestos pequeños, pero significativos. Se levantaba cada mañana con una energía renovada, ayudaba a su esposa con los más mínimos detalles, le preparaba la comida favorita, y, por supuesto, no dejaba de hablarles a los gemelos. Había leído que los bebés podían oír desde el vientre, y se aseguraba de hablarles todos los días.
- Hola, mis campeones- Le decía a la barriga de Somchit, riendo. - Estoy aquí, esperando con todo mi corazón.
Cuando llegaron las primeras contracciones, el pelinegro no lo dudó ni un segundo. En lugar de nerviosismo, sentía una mezcla de emoción y adrenalina. Sabía que el camino no sería fácil, pero él estaba listo para todo. Cada paso que daban hacia el hospital era un paso más cerca de ese milagro que estaba a punto de suceder.
Finalmente, el gran momento llegó. Tras horas de espera, en medio del bullicio del hospital, Sunan vio a sus hijos por primera vez. Dos pequeños, envueltos en mantas blancas, con los ojos cerrados y las manos pequeñas, pero llenas de vida. El llanto de los gemelos llenó la habitación, y Sunan sintió una oleada de emociones que no sabía cómo describir. Cuando el pelinegro miró a sus dos hijos recién nacidos, su corazón latía tan fuerte que pensó que podía escuchar el sonido de la vida pulsando a su alrededor. Todo lo que había imaginado durante esos meses de espera se había hecho realidad: dos bebés, sanos, perfectos, envueltos en mantas blancas y con los ojos aún cerrados, ajenos al mundo exterior. La felicidad era indescriptible.
Pero, entre todas esas emociones, había una duda latente en la cabeza de Sunan, algo que no quería admitir ni siquiera ante sí mismo. Durante los ultrasonidos, cuando su esposa y él recibieron la noticia de que serían padres de gemelos, no les habían dicho el sexo de los bebés. Aunque lo habían discutido varias veces, había algo dentro de Sunan que sentía una expectativa. Quizás, era el deseo, casi instintivo, de tener a dos hijos varones, por un legado de tradición familiar y también porque en su cabeza siempre había sido así: hombre con hombre. Nada en su vida lo había preparado para la idea de ser padre de una niña.
Cuando le entregaron a su primer hijo, un pequeño varón con los ojos cerrados y los labios perfectamente formados, se sintió aliviado. Pero cuando le entregaron al segundo bebé, el universo pareció detenerse por un segundo.
Era una niña.
El llanto de la pequeña gemela llenó la habitación, pero en lugar de la explosión de emoción que había sentido al ver al primer niño, Sunan se quedó paralizado. El pequeño cuerpo que tenía en sus brazos era tan frágil, tan diminuto, tan... diferente de lo que había esperado. La sorpresa, la confusión y una sensación extraña lo invadieron. No era lo que había planeado.
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Marry me?
FanfictionLalisa Monoban vive atrapada en una mentira que la ha consumido por años: ser Leo, el hijo muerto de su familia. Obligada por las expectativas de sus abuelos y la presión de su padre, ha perfeccionado su papel hasta convertirse en el rostro de la fa...