La noche en la casa de los Monoban estaba iluminada por luces cálidas, y el ambiente era una mezcla de risas y melancolía. Rosé había llegado temprano, con una pequeña maleta en la mano y una sonrisa que ocultaba la tristeza de la despedida que se avecinaba. Lisa, aún interpretando su papel de "Leo", había preparado todo lo posible para hacer de esa noche algo especial. Aunque no lo mostraba, cada momento que compartía con Rosé ahora le parecía un adiós que dolía más de lo que estaba preparada para admitir.
—¡Leo! ¡Mira lo que traje! —exclamó Rosé mientras sacaba de su mochila un juego de mesa y algunos dulces. Su entusiasmo llenaba la habitación, pero Lisa podía ver en su mirada un destello de nostalgia.
—Genial —respondió Lisa, esbozando una sonrisa—. Esta será nuestra mejor pijamada, lo prometo.
Se acomodaron en el cuarto de Lisa, que estaba decorado con algunas luces de colores que Somchit había instalado especialmente para la ocasión. Jugaron, rieron y hablaron durante horas. Rosé compartió sus sueños de ser cantante en Corea, describiendo con detalle las canciones que quería interpretar y los escenarios que soñaba pisar. Lisa escuchaba en silencio, con una mezcla de admiración y tristeza.
Lisa, aunque trataba de mantener su papel de "Leo", se sentía dividida. Quería que esa noche durara para siempre.
Primero jugaron al juego de mesa que Rosé había traído, riéndose cada vez que Lisa fingía no entender las reglas solo para verla exasperada.
—¡Leo, no puedes poner esa ficha ahí! —protestó Rosé, señalando el tablero—. ¡Así no se juega!
Lisa alzó las manos, simulando inocencia. —¿Por qué no? Me parece que mi estrategia es brillante.
Rosé bufó, pero no pudo evitar reír. —¡Eres imposible!
—Y tú demasiado competitiva —replicó Lisa con una sonrisa.
Después de varias rondas de juegos, ambas decidieron hacer algo más tranquilo. Rosé sacó una bolsa de esmaltes de colores y propuso pintarse las uñas.
—¿Qué? —dijo Lisa, sintiendo que el calor le subía al rostro—. Yo... no puedo hacer eso.
Rosé rodó los ojos. —Oh, vamos, Leo. Nadie tiene que saberlo. Es nuestra última noche juntos.
El tono melancólico de Rosé hizo que Lisa cediera. Se sentaron juntas en el suelo, y Rosé comenzó a pintar las uñas de "Leo" con cuidado, eligiendo un color oscuro para no "herir su dignidad". Lisa observó en silencio cómo Rosé trabajaba, concentrada, y sintió una calidez extraña.
—Te quedan bien —comentó Rosé, admirando su trabajo.
Lisa rió suavemente. —Si se entera mi padre me matará. Será nuestro secreto más grande.
—Entonces prometo no decir nada —dijo Rosé, levantando su meñique.
Lisa dudó un momento, pero finalmente entrelazó su meñique con el de Rosé. —Prometido.
Cuando la medianoche se acercaba, las dos se acurrucaron bajo una manta en el colchón improvisado, mirando el techo iluminado por las pequeñas luces colgantes.
—A veces tengo miedo, ¿sabes? —confesó Rosé, su voz más suave ahora—. Es un país nuevo, una cultura diferente... Pero pienso que, si consigo cumplir mi sueño, valdrá la pena.
Lisa la escuchó atentamente, sintiendo que el nudo en su garganta volvía. —Vas a lograrlo, Rosé. Tienes algo especial, algo que nadie más tiene.
Rosé se giró hacia Lisa, sorprendida por la seriedad en su voz.—¿De verdad lo crees?
ESTÁS LEYENDO
Marry me?
FanfictionLalisa Monoban vive atrapada en una mentira que la ha consumido por años: ser Leo, el hijo muerto de su familia. Obligada por las expectativas de sus abuelos y la presión de su padre, ha perfeccionado su papel hasta convertirse en el rostro de la fa...