Los sentimientos de Rosé

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Esa misma noche, cuando regresó a su habitación después de la cena, Rosé no pudo evitar repasar cada momento con Lisa en su mente. Sus manos temblaron ligeramente mientras recogía sus cosas, como si hubiera tocado algo frágil, algo que ahora temía romper. Se preguntó a sí misma si todo esto era solo una ilusión, una forma de idealizar lo que había sido su amistad, o si había algo más real en lo que sentía.

Se dejó caer en su cama, mirando al techo, su mente llena de preguntas que no tenía respuestas. Sabía que "Leo" había cambiado. El niño con el que compartió tantas aventuras ya no estaba allí, y en su lugar había una "hombre" que, aunque todavía mantenía algo de la esencia de aquel niño, también llevaba consigo el peso de las expectativas familiares y de un futuro que ni él misma podía controlar. Pero aún así, Rosé no podía evitar querer acercarse a él, aún si eso significaba enfrentarse a la confusión que sentía en su pecho.

¿Qué significaba todo esto? Se preguntó. ¿Debería seguir guardando esos sentimientos en silencio, como lo había hecho durante todos estos años? O... ¿tal vez debía ser honesta consigo misma y admitir lo que realmente sentía? La idea de arriesgarse a confundir a Lisa, de romper esa complicidad que tenían, la aterraba. Pero al mismo tiempo, la idea de vivir toda su vida sin explorar lo que sentía por ella le parecía aún más aterradora.

Al día siguiente, mientras Rosé estaba en su estudio de música en Tailandia (No podía dejar su trabajo), una de las canciones que había estado componiendo comenzó a tomar una forma diferente. Las palabras que había escrito en su cuaderno ya no parecían ser solo letras; parecían un reflejo de todo lo que había estado guardando dentro de sí. Cada nota, cada palabra, resonaba con el dolor y la confusión que sentía por Lisa.

"No quiero perderme en un sueño que no me pertenece, pero me asusta pensar que te alejes."

En ese momento, Rosé comprendió algo que nunca había reconocido por completo: estaba enamorada de "Leo". Lo había sido durante años, y quizás lo había sabido siempre, pero nunca había tenido el valor de enfrentarse a ello. La idea de que Lisa se casara con alguien más, que fuera parte de otro mundo completamente distinto al de ella, la aterraba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Pero, a pesar de todo el miedo, había algo dentro de ella que no podía ignorar: la necesidad de ser honesta, de no vivir su vida preguntándose qué hubiera pasado si hubiera dado un paso adelante.

La siguiente vez que vio a Lisa, algo cambió. Rosé estaba más decidida, aunque aún temerosa. Cuando sus ojos se cruzaron, sintió una punzada en su pecho, pero no la evitó. Esta vez, en lugar de sonreír de forma tímida, dejó que sus sentimientos se reflejaran en su mirada, aunque sin palabras.

Lisa, por su parte, notó el cambio, aunque no sabía qué significaba. Algo en los ojos de Rosé le decía que las cosas ya no podían seguir como antes. Pero, como siempre, se mantuvo distante, sin dejar que sus emociones tomaran el control.

Rosé no puede ocultar lo que siente y tampoco quiere seguir fingiendo. 

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