La llegada de Rosé a la casa de los Monoban era un evento que esperaban con ansias, aunque por razones distintas. Somchit había pasado días preparando la casa para recibir a la "pequeña Rosé", como seguía llamándola cariñosamente, a pesar de que ahora era una artista global. Por otro lado, Lisa se esforzaba por actuar como si la visita no le importara. "Es solo una pijamada", se decía mientras repasaba documentos en su oficina.
Cuando el auto negro llegó a la entrada, el corazón de Lisa dio un salto, aunque mantuvo su expresión seria. Bajó lentamente las escaleras, vestida con una camisa perfectamente planchada y un aire de indiferencia calculada. Afuera, Rosé estaba abrazando a Somchit, con esa calidez que siempre la había caracterizado.
—¡Rosie! —exclamó Somchit, emocionada. Rosé soltó una risa dulce y se inclinó para abrazarla más fuerte.
—Gracias por invitarme, tía Somchit. Estoy muy feliz de estar aquí —dijo, su acento coreano aún presente, pero con un toque más sutil.
Mientras las dos intercambiaban palabras, Lisa se quedó a unos pasos de distancia, observándola. Rosé estaba tan hermosa como siempre, con su cabello rubio cayendo en suaves ondas y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Sin embargo, había algo más: una madurez y una seguridad que la hacían aún más impresionante.
Rosé la vio y su sonrisa se ensanchó. Corrió hacia ella con los brazos abiertos.
—¡Leo! —gritó, atrapándola en un abrazo que Lisa no pudo evitar devolver, aunque un poco torpemente.
—Rosé... —murmuró Lisa, intentando mantener su compostura. Aunque llevaba años perfeccionando el papel de Leo, en ese momento, bajo la mirada de Rosé, sintió que las paredes de su fachada se tambaleaban.
—¡Han pasado tantos años! —dijo Rosé, emocionada. —¿Aún recuerdas nuestra promesa?
Lisa tragó saliva, intentando mantener la compostura. Recordaba perfectamente esas palabras de despedida cuando eran niños. Habían sido un intento desesperado de consolar a Rosé, pero ahora, esas mismas palabras parecían un ancla que la arrastraba al pasado.
—Claro que sí —respondió Lisa, con una sonrisa leve, sin comprometerse demasiado.
—Te ves igual que siempre —dijo Rosé, separándose ligeramente para mirarla. Sus ojos brillaban con emoción, pero también con algo más. ¿Era nostalgia? ¿O tal vez esperaba algo de Lisa que ella no sabía si podía dar?
—Tú también... Aunque, bueno, más famosa —bromeó Lisa, intentando aliviar la tensión que sentía crecer en su pecho.
Rosé soltó una risa ligera y le dio un pequeño golpe en el brazo. Era un gesto tan familiar que por un momento, Lisa casi olvidó los años que habían pasado.
—Bueno, entremos. Aún no has visto las mejoras en tu antigua habitación, Rosie —dijo Somchit, tomando a Rosé del brazo y llevándola hacia la casa.
Lisa las siguió en silencio, luchando contra un torbellino de emociones.
El resto de la noche transcurrió entre conversaciones amenas y risas. Los padres de Rosé agradecían constantemente a Somchit y Sunan por su hospitalidad. Rosé, por su parte, no dejaba de observar a Lisa, como si intentara descifrar algo.
Al final de la noche, mientras todos comenzaban a retirarse a sus habitaciones, Rosé salió al jardín para disfrutar de la brisa fresca. Lisa, que había ido a tomar aire después de una velada emocionalmente agotadora, terminó encontrándola allí.
—¿No te cansas de ser el centro de atención? —preguntó Lisa con una sonrisa irónica mientras se apoyaba en una columna cercana.
Rosé se giró, sorprendida pero sin perder su amabilidad.
—A veces. Pero es parte de lo que hago. ¿Y tú? Pareces más cómodo observando desde las sombras.
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Marry me?
FanfictionLalisa Monoban vive atrapada en una mentira que la ha consumido por años: ser Leo, el hijo muerto de su familia. Obligada por las expectativas de sus abuelos y la presión de su padre, ha perfeccionado su papel hasta convertirse en el rostro de la fa...