Suya y Mía

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Ella estaba ahí, sentada, mirando un punto fijo en la mesa. No lloraba, pero sus ojos estaban apagados, como si hubieran olvidado cómo brillar. Decía que estaba bien, que todo pasaría, pero la curva de sus hombros delataba una carga que parecía ir más allá de las palabras. Y ahí estaba yo, en silencio, porque, ¿qué se puede decir cuando sientes que cualquier palabra se desmoronará antes de llegar a sus oídos?

Es como si llevara una mochila llena de piedras, pero cada piedra era suya. Y mía. Y de todas las cosas que no sabemos cómo soltar. Ese peso me aplasta el pecho, pero no puedo quitármelo. Porque si lo hago, ella lo sentirá más. Es un pacto tácito, un equilibrio extraño: mi dolor es el contrapeso de su tristeza.

Y me canso. No solo de los días largos, sino de las noches donde mi mente no calla. Me canso de pretender que tengo fuerzas, cuando las ganas de quedarme quieta me gritan más fuerte. Pero no puedo quedarme quieta, porque siento que si lo hago, me hundiré. Como si estuviera atrapada en arenas movedizas, luchando por avanzar mientras el mundo a mi alrededor sigue girando.

No sé cómo salir de este lugar. O si alguna vez saldré. A veces pienso que estoy destinada a caminar en círculos, viendo siempre el mismo paisaje gris. Otras veces creo que tal vez, solo tal vez, si ella volviera a sonreír, yo podría respirar otra vez. Pero es un pensamiento tan lejano, tan frágil, que casi tengo miedo de pensarlo demasiado, no sea que se rompa.

Y así sigo, llevando este peso que no sé si es mío o suyo, preguntándome si alguna vez aprenderemos a dejarlo caer juntas.

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⏰ Última actualización: 12 hours ago ⏰

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