Capitulo 3. una meta y otra razón.

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Los personajes de Rwby no son míos, sus derechos a sus respectivos dueños.

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Un año había pasado desde que llegué a este mundo. Un año desde que me di cuenta de que esta vida, mi vida, era parte de algo más grande, más complicado. Y un año desde que tomé una decisión: si nadie más en la familia iba a ayudar a Jaune, yo lo haría.

Recuerdo esa noche como si fuera ayer, la conversación con mi padre aún resonando en mi cabeza. "No puedo arriesgarlo", había dicho. No podía culparlo; el miedo de perder a otro ser querido lo consumía, pero tampoco podía aceptarlo.

Jaune tenía potencial. Tal vez no el tipo que mi padre o Celia veían, pero yo sabía lo que él podría lograr si se lo proponía. Así que, mientras los demás evitaban tocar el tema, yo decidí actuar.

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Todo empezó con algo simple: correr.

—¡Vamos, Jaune, una vuelta más! —grité, viendo cómo jadeaba mientras tropezaba con sus propios pies alrededor del campo detrás de la casa.

—¿Por qué estamos haciendo esto? —preguntó, deteniéndose para apoyarse en las rodillas, con el rostro rojo como un tomate—. ¡Esto no es entrenamiento!

Sonreí, cruzándome de brazos mientras me inclinaba hacia él.

—¿Ah, no? ¿Qué crees que hace un cazador cuando necesita escapar de un Grimm? ¿Pedirle amablemente que se detenga?

Jaune bufó, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.

—Creo que preferiría un arma en lugar de esto.

—Primero necesitas piernas fuertes para sostener esa arma, genio. Ahora corre.

Aunque protestó, terminó obedeciendo, y yo me uní a él, marcando el ritmo. Era un inicio lento, pero al menos estaba haciéndolo.

Los primeros días no fueron fáciles. Jaune se quejaba constantemente, diciendo que esto no era un entrenamiento "real". Incluso intentó escabullirse un par de veces, pero lo encontré escondido detrás del granero.

—¿Qué crees que haces? —le pregunté, con las manos en la cintura.

—¿Descansar cuenta como entrenamiento? —respondió, fingiendo una sonrisa inocente.

Lo arrastré de vuelta al campo, asegurándome de que hiciera el doble de vueltas esa tarde.

Sin embargo, no fueron solo las quejas de Jaune las que complicaron las cosas. La familia también comenzó a notar nuestro "entrenamiento" y, por supuesto, todos tenían algo que decir.

Una tarde, mientras estábamos haciendo flexiones en el patio, Celia nos vio desde la ventana y salió con una ceja levantada.

—¿Qué están haciendo ustedes dos? —preguntó, cruzándose de brazos.

Jaune, aún en el suelo, intentó levantarse para explicarse, pero yo me adelanté.

—Es solo gimnasia. Nada del otro mundo.

Celia no se veía convencida.

—¿Desde cuándo te interesa tanto el ejercicio, Joan?

—Desde que me di cuenta de que Jaune necesita moverse más si quiere mejorar en algo —respondí con una sonrisa inocente.

Ella soltó una risa ligera.

—¿Mejorar en qué? No me digas que crees que tiene futuro como cazador.

Si no vas a Beacon, tendré que ir yo?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora