Ocho

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—Está de buen humor. — Henry se acercaba a su esposa, que sonreía muy contenta del progreso de su hija —Tal vez podamos intentarlo.




—¿Creés qué quiera?.




—No hemos visitado a ningún médico en lo que restó del año, Carol.




—Pero las veces en que lo hicimos, el resultado fue el mismo. Esperar.




—¿Y no piensas qué ya esperamos suficiente?. Ha pasado un año, desde el accidente y las cosas pueden ser diferentes. Yo si pienso y creo, en que ha mejorado. — la madre suspira, con un pesar y duda —¿Qué te detiene?.




—Que el resultado sea el mismo y que Kylie se vuelva a decepcionar.




La jovencita invidente, yacía en el patio, contando los pasos de diferencia, entre la entrada y el jardín. Veinte son los que contó. Respiro profundo, siguiendo hacia adelante, recordando la explicación que Malia le dió aquella vez. Estaba sola en el patio trasero y quería aprender andar, sin que nadie le dijera el camino. Si se lo aprendía y memorizaba con pasos contados, le sería más fácil.
Derecha e hizquierda, las sabe perfectamente, no tiene problemas con eso. Cincuenta pasos, son los que contó hasta un árbol. ¿Cuál?. No lo sabía, pero eran cincuenta.



Se deshizo del gorro y de la bufanda. El calor había entrado en ella, tirando los ahí a su suerte, siguió caminando sin parar. Derecho o lo que ella creyó, que era recto. El pasto lo podía sentir plano, sin bordos o pequeñas montañas que la hicieran tropezar. Jadeo por el leve cansancio, deteniéndose un momento para respirar adecuadamente. Estaba orgullosa, contenta de lo que estaba haciendo. Kylie, se había despertado más temprano de lo normal, desayunando con sus padres, charlando un poco y realizar algo ejercicio. Sus clases de siempre, y con ayuda de su padre, le pidió dejarla en el jardín.




Con la confianza que Henry le cedió, fue a dónde su esposa, sin dejar de estar al pendiente de su hija.




Con lo largo de su bastón, lo levanto y movió al aire. No había nada a su alrededor, seguía seguro y despejado para seguir. Pero en vez de eso, se sentó ahí. En medio de la nada, respadada por los pinos y árboles, con el canto del viento y de los pájaros. El aura, el tiempo y el lugar, le hacían sentirse bien. En confianza, felíz y relajada. Sus manos acarician el pasto.




—Largo, verde y húmedo. — describe para si misma, como la rutina que Malia solía ponerle diario, con cosas randoms o cotidianas. Deshizo el nudo de sus cordones y se quitó las botas, junto con las calcetas. Quedando descalza y mover sus dedos, entre el pasto y la tierra. Lo fresco era tan nuevo para ella, como familiar.





Probablemente esto le traería problemas con sus padres, pero se estaba sintiendo de maravilla. Cada día aprendía y descubría cosas, que ya conocía.
Así es como Malia, le mostraba la vida. De una manera distinta, en la que estaba bien y le servía.




Se levantó, con una idea loca y revulsiva.
Correr, y así lo hizo. Corrió sin rumbo, arriesgándose a lo que pudiera encontrarse, gritando, sacando todo lo que sentía dentro, la frustración, el enojo y el miedo. Fue y vino, corriendo en círculos, sin dejar de gritar, abriendo los brazos y parar hasta cansarse.
Cayendo a propósito, sobre el pasto y jadear, con la boca abierta, su pecho sabiendo y bajando, enfriándose en el momento.




El relinchar de un caballo, la tomo desprevenida. Se dió vuelta enseguida y en posición felina, se quedó escuchando. Su corazón latía, su pulso aumentó y el miedo, quería apoderarse de ella. Hidrato sus labios, con su misma saliva y se enderezó.
Agudizó sus sentidos, en especial el oído.
No tenía su bastón a la mano, lo había dejado atrás, y comenzarlo a buscar, sería una perdida de tiempo.
Comenzó avanzar, dando un paso tambaleante y corto. Muy corto.
El relinchar se seguía escuchando, tras otro, que se repetía. ¿Qué tan lejos estaba?. Eso debía de averiguarlo por su cuenta.



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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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