Bajo El Efecto Del Engaño || Emma

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( nota: para una mejor experiencia activa la música;) )

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El día en la universidad fue pesado como cualquier otro día, Emma no me habla (como cosa rara) pero me dedicaba miradas llenas de un rencor puro, se podría decir que hasta de asco.
Pero una cosa no se me quitaba de la mente, ¿realmente vendría a buscar la prenda que se le quedó? Maquine esa pregunta todo el día, la ansiedad me carcomia ¿Por qué me mirabas con tanto odio Emma? ¿Por qué después de lo de ayer? ¿Hice algo mal?

A la final solo fuimos yo y mis pensamientos todo el día, rogando por el momento en que sonará la campana para poder irme a mi casa a esperar con ansias que algo pasara.
Quería que ella viniera, su compañía me sienta fenomenal pero conociéndola quizás ni llegaría a la esquina.

Espere y espere, maldita campana ¿Por qué no suenas? Tenía demasiadas ansias de volver a mi casa esa tarde, me quedé como idiota mirando el reloj que colgaba de la pared, viendo como se movían las manecillas marcando cada minuto y cada hora.
Estaba apunto de ser la hora de salida y puedo apostar que una sonrisa de determinación se asomó por mis labios.
Y cuando por fin sonó el timbre agarre mis cosas y partí, recibí la mirada de mucha gente al ser el primero en marcharse (incluyendo la mirada de ella).

Estaba decidido a esperar en esa puerta a que la tocaran. Algo de mi me gritaba que ella si iría así que no perdí el tiempo.

Al llegar simplemente tire todo a un lado y me senté en la mesa del comedor a mirar la puerta como imbecil hasta que alguien se dignara a tocarla, sonó la puerta al cabo de diez o veinte minutos y salí disparado pero al abrir la puerta solo era una niña exploradora ofreciéndome galletas, me sentí decepcionado de que no fuera ella pero aun así le compre galletas.

Volví a mi posición inicial y seguí esperándola, lo único que escuchaba era el sonido de el reloj. Pasaron una, dos, tres, cuatro horas. Podría apostar que hasta me quedé dormido en esa exhaustiva espera.

La luz del sol se fue desvaneciendo en marcando la oscuridad y frialdad de la noche y ya hacía yo dormido en mi mesa cuando me despertó exactamente el ruido que siempre espere.

Toc toc toc, esta vez con lentitud camine hacia la puerta, la abrí sin mucha esperanza pensando en que quizás seria un cartero o uno de esos chicos que tocan las puertas y luego salen huyendo. Me sorprendí al ver su cabellera rubia y sus brillantes ojos color esmeralda.

— Emma...

Ella solo me miraba como analizandome y sin decir ni una palabra entro a la casa.

Vine por mi sostén. —

Expreso con cierto desinterés mientras me miraba.

—

Esta en mi habitación.

Ella simplemente entró en la habitación, al cabo de unos quince minutos me llamó. Al entrar,  mis labios se encontraron con los suyos, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Pensaba muchas cosas pero de verdad no me importaban en ese momento. La tenia a ella y que más da. Mis manos se colocaron en sus caderas acercándola, volviendo así el beso más profundo.

Nos separamos y juntamos nuestras frentes, ella agarro mi mano y caminamos hacia la cama me sentó en esta y lentamente recorría mi cuerpo hasta llegar a mi parte baja, donde desabrocho mi pantalón y lo quito fuera de su vista.

Apartir de esa noche las cosas cambiaron entre ella y yo, no salíamos, no nos mirábamos, no hablábamos, simplemente nos enrollabamos en una cama. Ella llegaba, teníamos sexo y se iba. Era un patrón constante que ya estaba empezando a hartarme. Me sentía usado, como si yo fuera una máquina para tener sexo. Sentia que nuestra relación ahora se basaba en eso.

Y trataba de expresar lo que sentía pero era callado por un par de besos y dos girasoles redondos que cubrían mi cara (refiriéndome a sus pechos) me sentía ahogado por alguna razón.

Quería que esto terminara.
Ponerle un fin a este patrón.
Pero al intentarlo
Creo que cometí un error.

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